Copyright 2018 Walter O. Paniagua
Recibido: 14 de febrero de 2018
Aceptado: 02 de agosto de 2018
Publicado: 30 de noviembre de 2018
No.1 Enero-Diciembre 2018
ISSN 2958-1648
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Escuela de Ciencias
Psicológicas de la Universidad
de San Carlos de Guatemala
https://doi.org/10.57247/riec.vi1.106
Consideraciones en torno al estrés traumático secundario
Considerations regarding secondary Traumatic Stress
Walter O. Paniagua
Escuela de Ciencias Psicológicas
Este trabajo fue financiado con recursos del autor. El autor no tiene ningún conflicto de interés al
haber hecho este trabajo. Correo electrónico: investi[email protected]
Resumen: Este documento presenta los principales hallazgos de la revisión teórica que fundamentó
el proyecto afectaciones psicosociales derivadas de la atención a víctimas de violencia armada
ejecutada durante el año 2015. El documento expone la necesidad de crear marcos interpretativos que
evidencien las diferencias entre los efectos psicosociales que se producen al trabajar con víctimas y
las psicopatologías propuesta por los manuales de diagnóstico psicológico. Además, se hace un
pequeño recorrido sobre la teoría de Charles R. Figley quien acuñó el término estrés traumático
secundario que, hasta el año 2013, se diferenciaba del estrés postraumático en función de ser un riesgo
psicosocial que puede afectar a profesionales que trabajan con población traumatizada. De ahí la
relevancia por la temática ya que evidencia el costo humano de la atención del delito.
Abstract: This document presents the main findings of the theoretical review that supported the project
psychosocial effects derived from the attention to victims of armed violence executed during the year
2015. The document exposes the need to create interpretive frameworks that show the differences
between the psychosocial effects that are produced when working with victims and the -
psychopathologies proposed by the psychological diagnosis manuals. In addition, a brief tour of the
theory of Charles R. Figley is made, who coined the term secondary traumatic stress that, until 2013,
differed from post-traumatic stress as a psychosocial risk that can affect professionals who work with
the population. traumatized. Hence the relevance for the subject since it shows the human cost of
attention to crime.
Palabras clave: Violencia, crimen, calidad de vida laboral, psicología ocupacional, fatiga por
compasión.
Key words: Violence, crime, quality of work life, occupational psychology, compassion fatigue
Introducción
Durante el año 2015 se desarrolló la investigación Afectaciones psicosociales derivadas de la
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atención a víctimas de violencia armada (Paniagua, 2016) financiada por la Dirección General de
Investigación (Digi) de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) y avalada por el Centro de
Investigaciones en Psicología (Cieps).
Los objetivos de la investigación se enfocaron, de manera general, en evidenciar las
afectaciones psicosociales que se producen en personas que laboran en atención directa a víctimas
de violencia armada. El neologismo de afectaciones psicosociales se empleó para aglutinar las
descripciones sobre diferentes malestares subjetivos que se producen en personas que trabajan en
atención, directa e indirecta, con víctimas de violencia armada.
Ahora bien ¿por qué la violencia armada? Existen delitos que por su recurrencia y crueldad
suelen ser más impactantes para las personas que participan dentro los procesos de ayuda (sea
psicológica o de otra índole). Cuando la victimización se produce con la intencionalidad de destruir la
vida y dignidad de las personas, supone un desgarro para la víctima del que puede hacer partícipe a
sus familiares (Echeburúa, 2004), llegando incluso a afectar a las personas que intentan ayudar dentro
de su proceso psicológico o judicial (Bell, Kulkarni, & Dalton, 2003; Bride, 2004; Craig & Sprang, 2010;
Mehus & Becher, 2015; Sprang, Clark, & Whitt-Woosley, 2007).
En esta lógica, cada delito presenta efectos distintos en las personas que trabajan en su
atención. Sin embargo, la investigación se enfocó en la violencia armada ya que es un tipo de hecho
que constriñe derechos de las personas (vida e integridad) la cual tienen efectos tanto en víctimas
directa, víctimas colaterales, así como en personas que atienden los casos.
Hallazgos
Se encontraron dos situaciones claramente diferenciadas entre que se asocian a la
producción de las afectaciones psicosociales en la población estudiada: a) las condiciones laborales
desfavorables b) el objeto de intervención de los profesionales.
En cuanto a las condiciones laborales desfavorables, se halló que la sintomatología explicitada
por los trabajadores se relaciona con lo que en la literatura psicológica se conoce como Burnout
(Freuden-berger, 1974; Maslach & Jackson, 1981; Maslach, Schaufeli, & Leiter (2001) o desgaste
profesional. Este fenómeno es más evidente cuando existe una tendencia de los empleados a
descargar, en las personas o casos que atienden relacionados a violencia armada, las frustraciones
personales o el enojo por el exceso de trabajo. La falta de incentivos laborales, el tipo de contratación,
la ausencia de vacaciones o el exceso de trabajo en horas fuera de oficina, generan este tipo de
cansancio.
Sin embargo, la investigación también dio cuenta sobre otro tipo de efecto en los trabajadores;
pero este último, relacionado al objeto de intervención. La constante exposición a narraciones abyectas
o hechos horrendos suele vulnerar a las personas que trabajan con esta población. En muchos casos
son los trabajadores de la salud mental quienes desarrollan habilidades para no verse afectados por
el dolor ajeno. Estos profesionales intentan controlar las situaciones para no verse afectados por el
sufrimiento de las personas que atienden.
De hecho, existen varias problemáticas asociadas a la atención y contacto frecuente con
víctimas, por ejemplo la fatiga por compasión (Bride, 2004; Craig & Sprang, 2010; Mehus & Becher, 2015;
Figley, 1995; Sprang, Clark, & Whitt-Woosley, 2007; Rothschild, 2009), Desgaste por empatía (Uriarte &
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Parada, 2008), traumatización vicaria (Mc-Cann & Pearlman, 1990; Schauben & Frazier, 1995; Bell,
Kulkarni & Dalton, 2003), que la literatura psicológica ha englobado dentro de la categoría de estrés
traumático secundario (ETS), el cual ha sido definido por Moreno Jiménez, Morantes, Garrosa, &
Rodríguez (2004) como “un riesgo psicosocial emergente que afecta principalmente a profesionales
que trabajan con personas traumatizadas” (p. 216).
Se establece pues, una diferenciación explícita en cuanto al Burnout y el ETS, pero, la no
intervención del primero, puede devenir el segundo fenómeno. Figley (1995) definió el término ETS
como el conjunto de emociones y conductas que resultan de entrar en contacto con las experiencias
de otra persona, ante un evento que puede devenir traumático de acuerdo con la capacidad de
afrontamiento de cada individuo, pero su teoría ha evolucionado en función de encontrar diferentes
factores que influyen en el desarrollo de esta afectación psicosocial (Butler, Carello, & Maguin, 2016;
Hensel, Ruiz, Finney, & Dewa, 2015; Sprang et al., 2007).
Resulta llamativo que es a través de la capacidad de empatía de los empleados que laboran
con víctimas de violencia armada que se presenta sintomatología de las afectaciones antes descritas.
Es decir, la capacidad de aprehender la experiencia de la conciencia ajena es lo que finalmente
produce efectos en las personas que laboran con víctimas (Stein, 1917).
Desde esta investigación se conceptualiza el ETS como un efecto negativo derivado de la
atención integral a víctimas de violencia armada y se presenta por impacto acumulativo; es decir, no
se produce inmediatamente en las personas, sino que pasa cierto tiempo para evidenciarse dentro de
la práctica profesional. La consideración que se hace desde este documento es no asumir el Estrés
Traumático Secundario como una patología; más bien, es el resultado predecible y prevenible de
trabajar en ciertas temáticas o actividades relacionadas al sufrimiento de otras personas. De ahí la
propuesta de ‘afectación psicosocial’.
Uriarte & Parada (2008) afirman que la sintomatología es parecida al Trastorno de Estrés
Postraumático (TEPT) para la clasificación del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM) en su cuarta revisión (American Psychological Assosiation [APA], 2005) en cuanto a que
las respuestas de los profesionales afectados implican miedo intenso, indefensión u horror en relación
con situaciones: a) de seria amenaza de muerte para la persona traumatizada y b) de destrucción súbita
del entorno de la víctima.
Sin embargo, dentro del Criterio A para el diagnóstico de TEPT en el DSM-5 (APA, 2014) se
mantiene la exposición a un evento traumático, pero es más específico en cuanto a los eventos:
exhibición a la muerte, lesión grave o violencia sexual como experiencia o presencia directa para uno
mismo u otros, conocimiento que haya ocurrido a algún familiar o exposición repetida o extrema. El
cambio más representativo entre el DSM-IV-TR y el DSM-5 es que las reacciones emocionales al
evento traumático ya no forman parte del criterio A (APA, 2014). sicamente el criterio diagnóstico del
TEPT asimila al Estrés Traumático Secundario dentro del criterio A4.
Desde esta investigación no se comparte la postura de Uriarte & Para- da (2008) puesto que
cuando cesa el estímulo (exposición recurrente a los relatos o hechos), las personas ya no presentan
la sintomatología o malestares que les causa entrar en contacto con las narraciones de las víctimas.
Este argumento puede constituir la base para diferenciar el ETS del TEPT. Sin embargo, se necesitan
nuevas que confirmen esta hipótesis. Se expone pues, un mayor componente psicosocial dentro de la
evolución y tratamiento del ETS.
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Como se observa, los profesionales de la salud mental aún no terminan de conceptualizar de
forma homogénea este fenómeno. Uriarte & Parada (2008) citan a Thomas & Wilson (2004) quienes
proponen la idea de Estados Traumatoides para describir los efectos de la constante y repetida
exposición a víctimas traumatizadas. Desde esta perspectiva se conceptualizan los malestares
psicológicos como ‘próximos al trauma’ pero que no necesariamente devienen trauma para las
personas que atienden a víctimas del delito.
Esta postura orientó el análisis ya que se considera que para la existencia de un trauma debe,
necesariamente, existir la presencia de trastornos emocionales (Van Der Hart, Nijenhuis, & Steele,
2008). En la mayoría de casos la presencia de trastornos es inexistente, pero no excluye el desarrollo
de una psicopatología si el estrés se vuelve crónico y no es intervenido.
Por ello se empleará el neologismo de afectaciones psicosociales para aglutinar todas las
caracterizaciones descritas en los párrafos anteriores como secuelas de la atención a víctimas de
violencia armada. Básicamente se conciben estos malestares como consecuencias normales,
predecibles y prevenibles de trabajar con el sufrimiento ajeno. De a la necesidad de establecer
descripciones claras dentro de lo que se incluye en el conjunto de caracterizaciones sobre el ETS para,
posteriormente, hacer subconjuntos diferenciados y excluyentes de las psicopatologías.
Es necesario explicar que el estrés es una reacción normal del organismo cuando existe la
percepción real, o imaginaria de peligro. El estrés no es una enfermedad o trastorno; sin embargo, al
ser continuo y duradero puede desencadenar patologías. Por ello, debe aclararse que no toda situación
estresante en el ámbito laboral deba, necesariamente, provocar reacciones traumáticas. Es el tipo
de afrontamiento lo que determinará si el suceso se desarrolla como traumático.
Discusión
El ETS se ha denominado alternativamente como fatiga de compasión (CF), o traumatización
vicaria (Figley & Ludick, 2017). En general los estudios y teorización sobre el ETS han enfatizado en los
efectos psicosociales desarrollados en los profesionales de emergencias como médicos, enfermeras,
policías, trabajadores sociales o bomberos. Es posible que, por los altos índices de victimización en
países como EE. UU., se haya generado interés en cómo estos casos afectan a las personas que
trabajan con víctimas.
Por ello se parte de la premisa que trabajar escuchando a personas afectadas por algún tipo
de violencia armada producto de extorsiones, secuestros, narcotráfico, asesinatos, entre otros; resulta
agotador para los profesionales. En algunos casos puede ser un factor de riesgo para la salud mental
al no contar con soporte institucional para manejar el estrés, o los efectos de la empatía al escuchar a
los familiares.
Si a esto sumamos el cansancio producto del retraso de vacaciones, la premura en la entrega
de casos y otros elementos relacionados a la dinámica de la institución, se presentará una mayor
tendencia hacia el cansancio del personal (Paniagua, 2016). Las personas están s expuestas a
experiencias traumáticas cuando se encuentran cansadas, exhaustas o enfermas. Al estar agotada la
psique humana, no resulta extraño que los profesionales presenten predisposición a ciertos malestares
producto de su intervención cotidiana.
En el contexto guatemalteco las personas que están expuestas a narraciones horrendas,
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hechos inhumanos de violencia armada o casos extremadamente siniestros infringidos por diferentes
actores, no son necesariamente profesionales de la salud mental. Existen denominaciones
anglosajonas como helpers (las personas que ayudan) que incrementan el número de profesionales
que pueden verse afectados por el ‘estrés traumático secundario’. Las trabajadoras sociales,
antropólogos, agentes o auxiliares fiscales, jueces o juezas, analistas de escena de crimen, entre otros;
también están expuestos a los efectos de trabajar con víctimas porque se enfrentan con la experiencia
de la conciencia ajena, que es donde aprehendemos la vida anímica del prójimo (Stein, 1917).
A diferencia de las problematizaciones clínicas que han realizado autores como Figley (1995),
Schauben y Frazier (1995), Bell, et al., (2003), Uriarte & Parada (2008) y Rothschild (2009), el acento de
esta investigación se ha desde los aspectos psicosociales que se consideran normales ante
situaciones anormales (Martín-Baró, 1990).
De esta cuenta que las manifestaciones y consecuencias de este tipo de efectos del estrés no
deben ser catalogadas, necesariamente, como trastornos o síndromes psicopatológicos como han
sido definidos en el DSM-5 ya que no se comparte el criterio A4 del TEPT.
Deben, más bien, entenderse como expresiones concretas de conflicto social y político que se
desarrolla en una sociedad determinada y que se manifiesta tanto en el psiquismo individual como en la
subjetividad social”. (Becker, Castillo, Gómez, Kovalskys & Lira, 1990, p. 289). Esto supone la exposición
a situaciones potencialmente traumáticas continuamente ya que las personas deben adaptarse a esa
realidad, normalizando así las situaciones delictivas a las que se enfrentan día con día. No se niega la
comorbilidad con algún trastorno. Es una propuesta que aún deberá profundizarse y como tal, abierta
a nuevas discusiones y debates.
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