Copyright 2019 María Alejandra Muralles Marín
Recibido: 05 de abril de 2019
Aceptado: 15 de octubre de 2019
Publicado: 30 de noviembre de 2019
No.2 Enero-Diciembre 2019
ISSN 2958-1648
Psicogt.org/index.php/riec
Escuela de Ciencias
Psicológicas de la Universidad
de San Carlos de Guatemala
https://doi.org/10.57247/riec.vi2.52
¿Cómo son los hombres? Caracterización masculina en un cuestionario
con estudiantes universitarios de Guatemala
How are the men? Masculine characterization in a questionnaire with
university students from Guatemala
María Alejandra Muralles Marín
Escuela de Ciencias Psicológicas
Este trabajo fue financiado con recursos del autor. El autor no tiene ningún conflicto de interés al
haber hecho este trabajo. Correo electrónico: amurall[email protected]
Resumen: en este artículo se presenta un análisis de los resultados de un cuestionario Likert utilizado
como instrumento en una investigación sobre masculinidad llevada a cabo con hombres estudiantes
de la universidad de San Carlos de Guatemala. Se estudiaron los adjetivos utilizados por 809 sujetos
para caracterizar a los hombres en función de su frecuencia y pertenencia a las categorías: moral,
habilidad, actitud, afectiva y física. También se calculó el apego con el modelo de masculinidad
dominante a través de cinco escalas correspondientes a las disposiciones de dicho modelo. Ambos
análisis incluyen la comparación en relación con dos condiciones sociodemográficas: la religiosidad y
la orientación sexual. Los hallazgos más significativos fueron la predominancia de adjetivos
tradicionalmente concebidos como masculinos que demuestran un acuerdo significativo con las
disposiciones de la masculinidad dominante, las escasas diferencias entre los grupos en las variables
que se miden y, a pesar del hallazgo de diferencias estadísticas significativas en todas las
disposiciones, se evidencian altos niveles de afinidad con el modelo de masculinidad dominante en
todos los grupos en las disposiciones de pareja, paternidad y éxito laboral y académico. También se
encontraron bajos niveles en las disposiciones de heteronormatividad y proveeduría, especialmente
entre hombres no heterosexuales y hombres no religiosos.
Abstract: This article presents an analysis of the results of a Likert questionnaire used as an instrument
in a research on masculinity carried out with male students at the University of San Carlos in Guatemala.
The adjectives used by 809 subjects to characterize men based on their frequency and belonging to
the categories: moral, ability, attitude, affective and physical were studied. Attachment to the dominant
masculinity model was also calculated through five scales corresponding to the dispositions of said
model. Both analyzes include the comparison in relation to two sociodemographic conditions:
religiosity and sexual orientation. The most significant findings were the predominance of adjectives
traditionally conceived as masculine that show significant agreement with the dispositions of dominant
masculinity, the few differences between the groups in the variables that are measured and, despite
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the finding of statistically significant differences in all the dispositions, high levels of affinity with the
dominant masculinity model are evident in all the groups in the dispositions of the couple, paternity
and work and academic success. Low levels were also found in heteronormativity and provisioning
dispositions, especially among non-heterosexual men and non-religious men.
Palabras clave: características masculinas, masculinidad dominante, orientación sexual, religiosidad,
disposiciones de la masculinidad.
Key terms: male characteristics, dominant masculinity, sexual orientation, religiosity, masculinity
dispositions.
Introducción
Ser hombre, nombrarse hombre, definirse a y a otros como hombres: el modelo dominante
de masculinidad impone en la sociedad una serie de expectativas comportamentales, ideológicas y
discursivas a aquellas personas con cuerpos sexuados como masculinos, por lo que el abanico de
posibles exploraciones a partir de dicho modelo se vuelve muy amplio. Para el caso de este estudio,
se ha planteado abordar el discurso masculino a partir de los adjetivos que hombres estudiantes de la
universidad de San Carlos de Guatemala utilizan para caracterizar a los hombres, así como explorar
dicha caracterización a la luz de algunas condiciones sociodemográficas.
Se parte de que el contexto guatemalteco es un contexto violento, homofóbico y machista
construido a partir de los más conservadores parámetros religiosos y patriarcales en términos de
género. Dentro del mismo, la única universidad pública del país no parece ser muy diferente. La
universidad que forma las élites académicas, responsable de la educación de mayoría de profesionales
del país es una universidad que reproduce prácticas machistas. La Universidad de San Carlos se
reportó en el 2018 como uno de los lugares en los que el acoso es más frecuente (OCAC- Guatemala,
2018). En el mismo año, durante una actividad tradicional de denuncia social universitaria,
representantes estudiantiles amenazaron a la Secretaria General de Asociación de Estudiantes
Universitarios Oliverio Castañeda De León con manifestaciones misóginas haciendo alusión a violencia
sexual (Flores, 2018) y es también un espacio en el que de forma cotidiana se celebran expresiones
homofóbicas dentro de las aulas.
En este artículo se plantea abordar dos condiciones sociodemográficas en estudiantes de la
mencionada casa de estudios: la religión y la orientación sexual. Abordar la religión resulta relevante
para el estudio puesto que las religiones, de corte judeocristiano, tienen una alta predominancia e
históricamente han ejercido una fuerte influencia en la región y en el país, en aspectos tales como la
configuración subjetiva de la población y la injerencia en la construcción de políticas públicas.
Las religiones construyen, sostienen y legitiman un sistema único de sexualidad que se
estructura sobre la opresión y la exclusión de amplios sectores de la población. Las instituciones
religiosas, en su doble rol de agentes de socialización y actores políticos, son sindicadas como las
principales sostenedoras del patriarcado y la heteronormatividad”. (Vaggione, 2009, p. 8).
El discurso religioso, como Vaggione (2009) hace ver, está construido en un lenguaje patriarcal.
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Por tanto, la construcción de la masculinidad en un entorno religioso está inevitablemente
atravesada por nociones tradicionales sobre los roles de género, las obligaciones y derechos
diferenciados según el sexo y, para lo que a este estudio atañe, la definición de lo masculino a partir
de características que aluden a la fuerza, racionalidad, autoridad, no afectividad y liderazgo. (Disla, 2015)
Por otro lado, la orientación sexual también se convierte en una variable de relevancia para el
estudio, pues Guatemala es un país altamente heteronormado. Según Batres, Ortíz, & Chivalán, “La
sociedad guatemalteca parece no estar preparada para la diversidad sexual y culturalmente se
censura la diferencia en la opción sexual, pues prevalece una visión que únicamente considera como
legítima la identidad heterosexual” (2011, p. 117). Una muestra de ello es la forma en que los discursos
estatales (Tucker, 2018), religiosos y cotidianos parten de la heterosexualidad como única orientación
válida y refuerzan así el rechazo hacia otras orientaciones. En este contexto heteronormativo, la
masculinidad se construye, entiende y describe con tintes homofóbicos.
En Guatemala, no existen datos estadísticos oficiales sobre orientación sexual y religión. Ante
ello surge la necesidad de buscar estos datos en otras fuentes. Sobre religión, quien ofrece la
información más completa y reciente es la Embajada de Estados Unidos a través de su informe sobre
la libertad religiosa. Según este informe, a nivel nacional existen dos religiones predominantes, el
catolicismo y el protestantismo. Para el año 2016, el total de la población estaba dividido de la siguiente
forma: aproximadamente 45% católica, 42% protestante, 11% sin afiliación religiosa y menos del 3%
afiliada a religiones budista, hindú, musulmana, judía y religiones mayas o garífunas. (Embajada de los
Estados Unidos de América en Guatemala, 2016). Sobre orientación sexual, diversas organizaciones no
gubernamentales locales y regionales ofrecen informes sobre exploraciones hechas en fenómenos
específicos como discriminación laboral relacionada a la orientación sexual, violencia transfóbica,
crímenes de odio, entre otros (Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas, 2017). No ofrecen,
sin embargo, cifras a nivel país sobre las orientaciones sexuales de la población.
Masculinidad dominante y sus disposiciones
Se han mencionado anteriormente términos como modelo dominante de masculinidad y
disposición, cuya conceptualización resulta fundamental para el estudio. Sobre la masculinidad
dominante se puede indicar:
Si ya se aceptó que la masculinidad es una forma de dominación y se entiende que toda
dominación se sostiene en una estructura de disposiciones socialmente promovidas, podría
aceptarse que la masculinidad (dominante) es un conjunto de disposiciones biológicas y
culturales que rigen a cada individuo hombre en sus relaciones sociales. (Batres, Ortíz, &
Chivalán, 2011, p. 43).
En el texto citado se hace alusión a la condición de ejercicio de dominación que el modelo de
masculinidad tradicional supone, considerando las disposiciones que lo configuran como aquellas que
rigen las relaciones sociales de los sujetos. Para estos sujetos, las disposiciones pasan a ser mandatos
socialmente construidos, aprendidos y reproducidos cuya internalización supone un medio de
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adaptación al contexto masculino y cuya expresión a través de comportamientos, ideas y discursos
ocurre en un intercambio dinámico entre sujeto y sociedad: los sujetos afianzan y ejercen las
disposiciones en sus procesos de socialización y a la vez el ejercicio de los mandatos de dichas
disposiciones sostiene la estructura social desde el modelo de la masculinidad dominante.
El estudio que se encuentra en curso, aborda cinco disposiciones del modelo de masculinidad
dominante: paternidad, pareja, éxito laboral y académico, proveeduría y heteronormatividad. La
paternidad hace referencia al mandato de reproducción con fines de transmisión de la herencia que
se construye en un estrecho vínculo con la proveeduría como un rol masculino profundamente
arraigado y a través del cual se reproducen los patrones comportamentales y el lugar en la jerarquía
social asignado según el género.
La paternidad tradicional se basa en una referencia biológica de las diferencias hombre/mujer.
Concibe al padre en la cima de una pirámide familiar, con un estatus otorgado como natural e
indiscutible. Su rol fundamental es el de proveedor y responsable de la autoridad y la disciplina familiar
(Ortega, 2004; p. 62).
Como se ha señalado, la paternidad está relacionada con la proveeduría; la obligatoriedad del
sostenimiento económico del hogar que a su vez está relacionada con el lugar asignado a los hombres
en el espacio público, en el campo laboral. Menjívar señala que “a la vez que los hombres obtienen
reconocimiento blico y capacidad de dominio a partir de su actividad ocupacional, también se
encuentran en función de la sobrevivencia familiar mediante lo que se ha designado como
proveeduría” (2005, p. 203). El reconocimiento público que el autor menciona se vincula a la siguiente
disposición: el éxito laboral y académico. La noción de pertenencia al espacio público (empleo, política,
academia, etc.) desarrollada en los hombres desde edades muy tempranas coexiste con una noción
de éxito en este espacio como un importante satisfactor del proyecto de vida. El término utilizado por
otros autores como Batres, Ortíz, & Chivalán (2011) para referirse a esta disposición es “realización
laboral” sin embargo, el uso de la categoría éxito tiene connotaciones importantes en cuanto se trata
del tema de masculinidad pues el éxito está relacionado a la competitividad como una característica
asignada al género masculino. La competitividad “es un valor de la hombría, es una demostración de
honor y valentía que se representa a través de la lucha y en la que juegan dos roles importantes, el
fuerte y el débil, el ganador y el perdedor” (Díez, 2015, p. 85) El rol del ganador es el rol del exitoso, de
quien, en este caso, es merecedor de recibir el reconocimiento académico o económico.
La disposición de pareja se refiere a las relaciones construidas a partir de vínculos
sexoafectivos. Dentro del modelo de masculinidad dominante se constituyen relaciones de pareja
tradicional en las que estos vínculos están caracterizados por tres elementos: la noción de pertenencia
de la pareja al hombre, la concepción de la pareja como medio para la realización del mandato de
paternidad y el cumplimiento de los roles de nero cuido-proveeduría, es decir, en el modelo de
masculinidad dominante, la pareja reproductiva cumple funciones de atención y cuidado mientras el
hombre cumple funciones de proveeduría y protección. Por pareja reproductiva no debe entenderse
únicamente la reproducción limitada a la descendencia. El término, según Amuchástegui & Szasz
(2007), hace referencia a la división sexual del trabajo en la que el género masculino está a cargo de la
producción a través del empleo y la generación de ingresos económicos y el femenino de la
reproducción a través de la creación y sostenimiento de condiciones para posibilitar la producción.
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Puede analizarse así que la relación de pareja reproductiva “consiste en una relación entre
sujetos genéricos con sus ideologías e identidades respectivas que construye posibilidades y
efectos sexuales, laborales, emocionales y reproductivos diferenciados para cada uno de los
sujetos atravesados por el poder y el privilegio” (Amuchástegui & Szasz, 2007, p. 142).
La última disposición a abordar es la heteronormatividad, la imposición de la heterosexualidad
como única orientación permitida en la sociedad. Sobre esta categoría se postula que:
la heteronormatividad] no puede concebir una cultura, una sociedad donde la
heterosexualidad no ordene no sólo todas las relaciones humanas, sino también la misma
producción de conceptos e inclusive los procesos que escapan a la conciencia… los discursos
de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido que no nos dejan hablar a menos que
hablemos en sus términos (Witting, 2006, p. 52).
Esta disposición, aunque está centrada en la orientación sexual, no alude únicamente a ella. La
heteronormatividad supone para los sujetos una serie de directrices que rigen dicha heterosexualidad.
Pueden distinguirse tres principales elementos dentro de esta disposición: la virilidad como la
expresión activa de la hombría, la homofobia como el rechazo a toda orientación sexual que escapa a
la norma y la pauta de comportamiento sexoafectivo como una serie de formas implícitas de
relacionarse con la pareja a través de la expectativa del cumplimiento del rol de conquistador, la
negación de la dimensión afectiva como una dimensión masculina, la necesidad sexual
supuestamente incontrolable y la existencia del pacto masculino, un vínculo universal entre hombres
a través del cual se cuidan y sostienen privilegios de género.
Sobre la relación entre las disposiciones del modelo de masculinidad dominante como
elementos subjetivos estructurados en la realidad y estructurantes de la misma y la caracterización de
lo masculino a través del discurso, puede señalarse que el ejercicio de la masculinidad dentro de este
modelo se ve necesariamente reforzado por recursos discursivos que no solo describen dicho ejercicio
sino cumplen con la función de validarlo constantemente. Al respecto, Xavier Andrade y Gioconda
Herrera en su trabajo sobre masculinidades en Ecuador postulan que:
el cumplimiento de la norma, en este caso, de las reglas que disciplinan el comportamiento
entre sexos, demanda la permanente citación de tal norma. En otras palabras, actuar como
hombre y/o como mujer en el contexto mandatorio de la heterosexualidad requiere apelar al
repertorio disponible de saberes y significados que son percibidos como formas socialmente
apropiadas (2001, p. 116).
Antecedentes
Existen varios estudios que anteceden al presente en cuanto a la exploración del discurso y la
caracterización de lo masculino en la línea de la investigación de género y masculinidades. Entre ellos
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puede mencionarse la investigación sobre el modelo dominante de masculinidad en hombres
universitarios llevada a cabo por Batres, Ortíz y Chivalán en el 2011 en la que, paralelo a un análisis
cuantitativo, se hace una exploración cualitativa a partir de grupos focales y entrevistas a profundidad
en las que se abordaron las disposiciones de la masculinidad dominante y la conceptualización de lo
masculino según los participantes. A inicios del estudio, los autores se plantean la siguiente afirmación
sobre el discurso y la masculinidad: “el papel que juega el discurso como dispensador o recurso
compartimentado de la conducta masculina, arreglo que de no ser adoptado produciría profundas
contradicciones en el comportamiento de los hombres” (Batres, Ortíz, & Chivalán, 2011, p. 11). En dicho
estudio, los autores concluyen que la masculinidad dominante se vale de una serie de mecanismos de
ajuste y persistencia ante los posibles fragilizantes de la masculinidad, es decir, la masculinidad
dominante no es estática, se transforma según el contexto lo demanda y esas adaptaciones no
escapan al discurso. Estas afirmaciones parten de la exploración cualitativa que el estudio realizó, los
discursos de los hombres entrevistados y participantes de los grupos focales dieron cuenta del alto
nivel de apego con las disposiciones de la masculinidad dominante, pero también de la necesidad de
adaptar ese apego con la tensión que supone la dificultad para cumplir a cabalidad con muchos de los
mandatos que cada disposición impone. El estudio en cuestión también analiza el uso de cualidades
que los participantes señalan como masculinas y tras su procesamiento señala que
Las diez cualidades esperadas en un hombre son: responsable, fiel, honesto, trabajador,
amoroso, cariñoso, sincero, comprensivo e inteligente; resultado que permite apreciar las
representaciones culturales del “hombre deseado (Batres, Ortíz, & Chivalán, 2011, p. 187).
Puede mencionarse también el estudio sobre atributos según género realizado por Vega (2007)
en el que se adaptó y validó el cuestionario Bem Sex Role Inventory al castellano con un grupo de
jóvenes argentinos con el fin de conocer su integración intrasubjetiva de aspectos femeninos y
masculinos.” (Vega, 2007, p. 538). La autora presenta como resultado que las y los jóvenes demuestran
altos niveles de identificación con los roles de género tradicionales tanto masculinos como femeninos,
lo cual se demuestra a través de cómo al analizar las escalas del inventario aplicado:
los valores obtenidos por las mujeres en la Escala Femineidad fueron superiores a los de los
varones (t=6.06) y los valores de los varones en la escala Masculinidad fueron superiores a los
obtenidos por las mujeres en la misma escala (t=8.25). (…) En este sentido, dicho resultado es
interpretado como un indicador conductual de la necesidad que tienen los adolescentes por asumir
roles sociales estereotipados para su propio género en un proceso paulatino de inserción social y de
consolidación de una identidad de género definitiva. (Vega, 2007, p. 541).
En el caso del Análisis de los estereotipos de nero actuales presentado por Castillo-Mayén
y Montes-Berges (2014) el estudio se llevó a cabo con población universitaria y se utilizó una escala de
autoasignación de estereotipos de género compuesta por adjetivos característicos de los mismos a fin
de conocer la existencia de cambios en la concepción de estos estereotipos. Sobre ello, las autoras
señalan que se observaron tanto cambios como permanencias en la caracterización genérica que la
muestra hizo. Señalan que, si bien hay adjetivos que han ido perdiendo vigencia en la descripción de
lo masculino, ha habido otros que los han sustituido y que también se encontró el uso de adjetivos no
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tradicionalmente asignados a dicho género. Un elemento importante señalado por las autoras es que
sus resultados indicaron que la consideración de algunos estereotipos como masculinos o femeninos
presentaba diferencias a partir de las características sociodemográficas de la muestra. Al respecto
indican la importancia de señalar “que el efecto global observado de las características
sociodemográficas sobre los estereotipos de género sugiere que las personas, en función de aspectos
como el sexo, la religiosidad o el estado civil, mantienen representaciones distintas sobre los hombres
y las mujeres.” (Castillo-Mayén & Montes-Berges, 2014, p. 11).
Los mencionados son algunos de los estudios llevados a cabo en el tema de masculinidad que
se han valido del uso de unidades lingüísticas en forma de categorías, estereotipos o adjetivos como
un medio para la exploración discursiva y subjetiva en el área. Las ventajas que supone una
aproximación a través del uso de unidades lingüísticas es que permite el uso de recursos cuantitativos
para su análisis, así como cualitativos para su interpretación.
Método
Instrumento
Se utilizó un cuestionario Likert compuesto de tres partes: la primera una serie de preguntas
sobre datos sociodemográficos; la segunda, la enumeración de tres adjetivos que caracterizan a un
hombre según el participante; y la tercera, setenta y cinco enunciados con los que se pidió al
participante manifestar su afinidad en una escala desde “Muy de acuerdo” hasta “Muy en desacuerdo”.
Estos enunciados se redactaron como afirmaciones que se posicionan desde el apego al modelo
dominante de masculinidad. El instrumento es una versión revisada, reorganizada y adaptada del
cuestionario Likert utilizado por Batres, Ortiz y Chivalán (2011). Los setentaicinco ítems del cuestionario
conforman cinco escalas correspondientes a las cinco disposiciones de la masculinidad dominante
referidas.
Participantes
Para el estudio, se contó con una muestra de tipo no probabilístico, estratificado proporcional.
Se consideró cada unidad académica de la Universidad de San Carlos de Guatemala como un estrato
en función del cumplimiento de las características del muestreo estratificado que permiten la
reducción del error muestral: que exista homogeneidad interna en cada estrato y heterogeneidad entre
uno y otro. El cálculo de la muestra se realizó tomando como base la matrícula estudiantil masculina
por unidad académica según información referida por el Departamento de Registro y Estadística de la
Universidad de San Carlos de Guatemala. Se utilizó la fórmula para cálculo muestral de poblaciones
finitas y el resultado fue triplicado a fin de obtener grupos de tamaño suficiente para comparaciones
estadísticas reduciendo así el efecto de diseño: no = z2 s2 / e2 donde: no = muestra sin considerar el
factor de corrección para poblaciones finitas, z = valor crítico de la distribución normal (en este caso se
usó el 95% de nivel de confianza, por tanto, el valor crítico es 1.96), s = desviación estándar (0,9899), e =
error de muestreo admitido (0.05) y n = 3no (no se triplicará para reducir el efecto de diseño, por ello no
se hace la corrección para población finitas).
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La técnica de muestreo utilizada fue el muestreo incidental, siendo el incidente que los
estudiantes se encontraran en los pasillos de las unidades académicas de la universidad al momento
del trabajo de campo, así como su disponibilidad para participar en el estudio respondiendo el
cuestionario Likert.
Características de la muestra:
La muestra estuvo compuesta por 809 estudiantes entre 17 y 38 años mayoritariamente
solteros: 90.4% solteros, 7.9% casados, 0.5% Unidos, 0.2% divorciados, 0.2% separados y 0.7% no
respondió. El 51.5% de los estudiantes participantes no trabaja, el 48.3% sí trabaja y 0.1% no respondió a
la pregunta sobre el empleo. En cuanto al grupo cultural, la mayoría de la muestra se identifica como
ladina (72%), seguido por un grupo menor que se autoidentifica como mestizo (19.2%) y otro grupo aún
menor como indígena (5.7%), el resto está distribuido entre criollos (1.2%) “otro grupo cultural” (0.2%) y
un 1.4% que no respondió.
Para este artículo se analizaron un total de 2,427 respuestas correspondientes a los tres
adjetivos mencionados en cada uno de los 809 cuestionarios respondidos.
Procedimiento de análisis:
Los datos recabados fueron tabulados e integrados en una base de datos de un software de
análisis estadístico para su posterior procesamiento y cálculo de frecuencias, porcentajes y medidas
de tendencia central, acomo pruebas no paramétricas debido a anormalidad estadística de los datos.
Los resultados de la prueba Kolmogorow-Smirnov para cada disposición son de una significancia de
0.000 para pareja, paternidad, proveeduría y éxito, mientras que para heteronormatividad la
significancia fue de 0.001. El valor asignado a las opciones de respuesta del cuestionario fue el
siguiente: muy de acuerdo, 2; de acuerdo, 1; indeciso, 0; en desacuerdo, -1 y muy en desacuerdo -2.
Siendo 2 el valor que evidencia mayor apego al modelo dominante de masculinidad y -2 el que
evidencia menor apego.
Las categorías listadas por los participantes fueron tabuladas y organizadas en cinco
categorías. 1) Moral: esta categoría concentra los adjetivos que apelan a valores, códigos éticos y
costumbres morales, 2) actitud: en esta categoría se aglutinaron los adjetivos que señalan
comportamientos y pautas conductuales, 3)física: los adjetivos que integran esta categoría son
aquellos que aluden a condiciones relacionadas a los cuerpos masculinos, 4) habilidad: se
categorizaron como habilidades todos los adjetivos que se relacionaran con la posibilidad o capacidad
para la ejecución de tareas y 5) afectiva: compuesta por los adjetivos que hablaran sobre relaciones y
vínculos afectivos.
Resultados
Adjetivos y categorías
Los diez adjetivos referidos con mayor frecuencia en la muestra (ver tabla 2) se distribuyeron
así: dos de ellos en un rango mayor a 200: responsable y honesto; dos en un rango entre 100-199:
respetuoso y trabajador; cuatro entre 50-99: caballeroso, inteligente, amable y fuerte; y dos entre 20-
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49: fiel y honrado. La frecuencia con que se refirió el resto de adjetivos oscila entre 1 y 5. Entre los diez
adjetivos más frecuentes, seis corresponden a la categoría moral, dos a actitud, dos a habilidad, uno a
físico y ninguno a afectivo. La frecuencia de las categorías que agrupan a los adjetivos referidos por
los sujetos, de mayor a menor prevalencia (ver gráfica 1), es la siguiente: en primer lugar, moral con un
55.5%, seguida por actitud con un 21.0%, habilidad con un 6.5%, física con 4.7% y afectiva con 4.4%. Un
8% de la muestra no refirió ninguna categoría.
Tabla 1
Predominancia de adjetivos referidos por los sujetos
Adjetivo
Categoría
Responsable
Moral
Honesto
Moral
Respetuoso
Moral
Trabajador
Moral
Caballeroso
Actitud
Inteligente
Habilidad
Amable
Actitud
Fuerte
Física
Fiel
Moral
Honrado
Moral
Figura 1
Religiosidad y religiones predominantes
Sobre la religiosidad de los participantes, los resultados muestran que la mayoría manifestó
tener una afiliación religiosa (82%) mientras el resto indicó no tenerla (17%) o se abstuvo de responder
a la pregunta sobre religiosidad (1%). El porcentaje de personas religiosas está distribuido mayormente
55.5%
21.0%
8.0% 6.5% 4.7% 4.4%
0.0%
10.0%
20.0%
30.0%
40.0%
50.0%
60.0%
70.0%
80.0%
90.0%
100.0%
Moral Actitud NR Habilidad Física Afectiva
Frecuencia de los adjetivos referidos según
categorías
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entre las religiones católica con 57% y evangélica con un 39%, estas religiones predominantes son las
que se tomaron en cuenta para el análisis del estudio ya que el resto de religiones referidas por los
sujetos (mormona, hindú, adventista, testigo de Jehová y neopanteísta) integran el 4% restante.
Al analizar la frecuencia de adjetivos según la religiosidad de los sujetos (ver tabla 3) se observó
que tanto religiosos como no religiosos coinciden en la mayoría de adjetivos frecuentes (responsable,
honesto, respetuoso, trabajador, inteligente, caballeroso y fuerte) a excepción de amable y atento que
fueron frecuentes para los sujetos religiosos y de valiente y leal que lo fueron para los sujetos no
religiosos. Como se compara en la gráfica 2, para sujetos religiosos y no religiosos la categoría moral
es la de mayor prevalencia (55.6 % y 55.3%), seguida por actitud (21.3% y 19.3%) y habilidad (6% y 9.2%).
Para los sujetos religiosos las siguientes categorías son afectiva (4.5%) seguida por física (4.3%), mientras
para los no religiosos, física (6.3%) seguida por afectiva (4.1%). El porcentaje de abstención de respuesta
es mayor para el grupo religioso que para el no religioso (8.3% Vs 5.8%).
Tabla 2
Adjetivos más frecuentes según religiosidad
Religiosos
No Religiosos
Adjetivo
Frecuencia
Porcentaje
en grupo
religioso
Adjetivo
No
religiosos
Porcentaje
en grupo
no
religioso
Responsable
234
11.76%
Responsable
38
9.20%
Honesto
191
9.60%
Respetuoso
35
8.47%
Respetuoso
143
7.19%
Honesto
34
8.23%
Trabajador
112
9.41%
Inteligente
17
4.12%
Caballeroso
75
3.77%
Fuerte
16
3.87%
Amable
56
2.81%
Trabajador
12
2.91%
Inteligente
55
7.76%
Fiel
12
2.91%
Fiel
46
2.26%
Caballeroso
10
2.42%
Fuerte
40
2.01%
valiente
10
2.42%
Atento
30
1.51
leal
9
2.18%
Tabla 3
Adjetivos más frecuentes en religiones predominantes
Católica
Evangélica
Adjetivo
Frecuencia
Porcentaje
en grupo
católico
Adjetivo
Frecuencia
Porcentaje
en grupo
evangélico
Responsable
132
9.54%
Responsable
92
9.72%
Honesto
104
7.52%
Fuerte
63
6.66%
Respetuoso
85
6.14%
Honesto
63
6.66%
Trabajador
65
4.70%
Respetuoso
50
5.28%
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Caballeroso
40
2.89%
Trabajador
43
4.54%
Amable
35
2.53%
Caballeroso
32
3.38%
Inteligente
33
2.39%
Fiel
24
2.54%
Fuerte
31
2.24%
Inteligente
18
1.90%
Honrado
25
1.81%
Líder
12
1.27%
Sincero
14
1.01%
Puntual
12
1.27%
Figura 2
La gráfica 3 presenta las medias obtenidas en cada disposición en sujetos religiosos y no
religiosos siendo estas, pareja 0.59 y 0.02; paternidad 0.59 y 0.07; proveeduría 0.01 y -0.43; éxito laboral
y académico 1.04 y 0.80; y heteronormatividad 0.24 y -0.10. Dentro del grupo religioso, las medias
obtenidas en cada disposición en sujetos católicos y evangélicos son las siguientes: pareja 0.49 y 0.73;
paternidad 0.41 y 0.06; proveeduría 0.11 y -0.18; éxito laboral y académico 1 y 1.07; y heteronormatividad
0.17 y 0.33. (ver Gráfica 4)
55.6
21.3
6.0 4.3 8.3 4.5
55.3
19.3 9.2 6.3 5.8 4.1
0.0
20.0
40.0
60.0
80.0
100.0
MORAL ACTITUD HABILIDAD FÍSICA NR AFECTIVA
Categorías Según religiosidad
Religiosos No Religiosos
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Figura 3
Figura 4
Orientación sexual
La distribución porcentual de las orientaciones sexuales con las que se identifican los
participantes se agruen heterosexual y no heterosexual con 92.13% y 7.86% respectivamente. Previo
a la agrupación, como puede observarse en la Gráfica 3, la distribución es la siguiente: un 88.4%
1.04
0.59 0.59
0.24
0.01
0.8
0.02 0.07
-0.1
-0.43
-0.6
-0.4
-0.2
0
0.2
0.4
0.6
0.8
1
1.2
Éxito laboral y
académico
Pareja Paternidad Heteronormatividad Proveeduría
Medias por disposición según religiosidad
Religioso No religioso
1
0.49 0.41
0.17 0.11
1.07
0.73
0.06
0.33
-0.18
-0.4
-0.2
0
0.2
0.4
0.6
0.8
1
1.2
Éxito laboral y
académico
Pareja Paternidad Heteronormatividad Proveeduría
Medias por disposición en religioes predominantes
Religioso No religioso
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heterosexual, 4.9% homosexual, 2.6% bisexual, 0.1% ninguna orientación y 0.1% otra orientación no
especificada. El porcentaje de personas que no respondieron sobre su orientación sexual es del 3.8%.
Al contrastar los adjetivos referidos por el grupo heterosexual y el no heterosexual se observó
que ambas orientaciones coinciden en la mayoría de adjetivos frecuentes (responsable, honesto,
respetuosos, caballeroso, inteligente, amable y fuerte), mientras leal, atento y detallista son adjetivos
frecuentes para los no heterosexuales y no para los heterosexuales. A como fiel, honrado y
respetuoso lo son para el grupo heterosexual y no para el no heterosexual (ver Tabla 4). La
comparación por categorías según la orientación sexual puede observarse en la Gráfica 5 e indica que
tanto sujetos heterosexuales como no heterosexuales refieren en primer lugar la categoría moral
(56.82% y 41.5%), seguida por actitud (20.27% y 32.2%) Para los sujetos heterosexuales la siguiente
categoría referida es habilidad (6.34%), mientras para los no heterosexuales es física (9.3%) y para ambos
grupos la categoría afectiva es la menos frecuente (4.29% y 4.9%). El porcentaje de abstención de
respuesta es mayor para el grupo heterosexual que para el no heterosexual (7.97% y 4,4%).
Tabla 5
Adjetivos más frecuentes según orientaciones heterosexual y no heterosexual
Adjetivo
Frecuencia
Porcentaje
en el grupo
Heterosexual
Adjetivo
Frecuencia
Porcentaje
en el grupo
no
heterosexual
Responsable
252
11.27%
Respetuoso
14
7.34%
Honesto
162
7.25%
Responsable
14
7.34%
Trabajador
118
5.28%
Leal
14
7.34%
Respetuoso
102
4.56%
Caballeroso
10
5.24%
Caballeroso
75
3.35%
Honesto
10
5.24%
Inteligente
60
2.68%
Inteligente
8
4.19%
Amable
59
2.64%
Amable
8
4.19%
Fuerte
58
2.59%
Fuerte
7
3.67%
Fiel
53
2.37%
Atento
4
2.10%
Honrado
47
2.10%
Detallista
3
1.57%
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Figura 5
En la Tabla 5 se enlistan los adjetivos referidos únicamente por el grupo no heterosexual pues
durante el análisis de frecuencias de adjetivos según orientación sexual, se encontró que hay siete
adjetivos que solo refieren los sujetos heterosexuales. Estos adjetivos se tomaron en consideración
porque, aunque frecuencia es menor a tres y ninguno representa más del 0.8% del total de adjetivos
referidos, el grupo heterosexual no los refiere y tampoco refiere sinónimos de ellos. Entre los adjetivos
referidos por sujetos heterosexuales se encontraron varios que no son referidos por no
heterosexuales, pero para los que sí se refieren sinónimos, por lo que no se tomaron en consideración.
Por otro lado, la cantidad de personas heterosexuales en la muestra es mucho mayor, por tanto, resulta
lógico que, a mayor cantidad de personas, más amplia sea la variedad de adjetivos utilizados.
Tabla 6
Adjetivos referidos únicamente por sujetos no heterosexuales
Adjetivo
Categoría
Agresivo
Afectiva
Corpulento
Física
Morboso
Actitud
Observador
Habilidad
Presentable
Física
Testarudo
Actitud
56.82
20.27
7.972 6.34 4.289 4.289
41.53
32.24
4.37 7.65 4.91 9.289
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
100
Moral Actitud NR Habilidad Afectiva Física
Categorías según orientación sexual
heterosexuales no heterosexuales
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Las medias de los sujetos heterosexuales y no heterosexuales en cada disposición se indican
en la Gráfica 6 y son las siguientes: pareja 0.52 y 0.13; paternidad 0.45 y 0.06; proveeduría -0.04 y -0.42;
éxito laboral y académico 1.01 y 0.79; y heteronormatividad 0.21 y -0.22.
Figura 6
Las pruebas de hipótesis que se realizaron, evidencian que: Las comparaciones según la
prueba U de Mann-Whitney en los grupos según religiosidad y orientación sexual indican que en
ambos casos hay diferencia significativa en la media obtenida en las cinco disposiciones. En el caso de
religiosidad, todas las disposiciones muestran un nivel de significancia de 0.000. Para el caso de
orientación sexual, la disposición de éxito laboral y académico indica un nivel de significancia de 0.009,
mientras el resto un nivel de 0.000.
Discusión
El uso de adjetivos en la caracterización de los hombres según religiosidad, religión y orientación sexual
Los adjetivos referidos con mayor frecuencia por los estudiantes evidencian afinidad con las
expectativas impuestas por el modelo dominante de masculinidad a partir de sus disposiciones. En el
contexto universitario, resulta gico que la disposición de éxito laboral y académico se viva con un
apego significativo. El discurso social reitera la noción de inseparabilidad de la profesionalización y el
éxito laboral, por tanto, la generación de mejores ingresos económicos, que posibilitan cumplir con el
mandato de proveeduría. Este discurso, instaurado en los estudiantes incluso antes de su ingreso a la
universidad o al campo laboral, performa su actitud frente a los atributos mandatorios para los
hombres. En ese sentido, el que adjetivos como “inteligente”, “responsable”, “honrado” y “trabajador” se
1.01
0.52 0.45
0.21
-0.04
0.79
0.13 0.03
-0.22
-0.42
-0.6
-0.4
-0.2
0
0.2
0.4
0.6
0.8
1
1.2
Éxito laboral y
académico
Pareja Paternidad Heteronormatividad Proveeduría
Medias por disposición según orientación sexual
Heterosexuales No Heterosexuales
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encuentren entre los referidos con mayor frecuencia da cuenta de la importancia de las mencionadas
disposiciones en la vida de los sujetos participantes.
Así como las disposiciones del modelo dominante de masculinidad están estrechamente
relacionadas entre sí, los adjetivos con los que se caracteriza a los hombres están, no solo relacionados
entre sí, sino relacionados a varias disposiciones a la vez. Es decir, cuando se refiere la responsabilidad
como una característica esperada de los hombres, si bien se alude al campo laboral, este adjetivo no
es exclusivo de la disposición de éxito laboral; está relacionado también con las disposiciones de
proveeduría y de paternidad.
La disposición de pareja se expresa a través de adjetivos como “caballeroso” y “amable”,
mismos que están vinculados también a la pauta de comportamiento que supone la
heteronormatividad. La caballerosidad, entendida como el actuar propio de un caballero (refinado,
cortés, respetuoso) es una actitud que se ejerce, exclusivamente por parte de los hombres pero que
no supone, desde su origen, ejercerse exclusivamente hacia mujeres, en ese sentido podría
equipararse a la amabilidad. Sin embargo, algunos sujetos enlistaron ambos términos entre las
características que incluyeron en sus respuestas. A partir de ello y en vista de que ambos adjetivos
están entre los más frecuentes, se hace evidente que hay comportamientos diferenciados para
relacionarse con otras personas a partir del nero y que nombrar esa diferencia es importante para
los sujetos. Si bien el adjetivo caballeroso no alude conceptualmente a la relación entre hombres y
mujeres sino al actuar masculino únicamente, en la cotidianeidad al referirse a un hombre caballeroso,
se hace partiendo del cumplimiento de una serie de actitudes frente a las mujeres vinculadas a la
galantería y a los rituales de cortejo. Semánticamente hablando, pueden tenerse actitudes
caballerosas hacia un hombre, pero en la realidad, para los sujetos, se hace necesario utilizar otro
término que nombre las mismas actitudes, para evitar el riesgo de alejarse (incluso discursivamente)
del cumplimiento de la heterosexualidad obligatoria. Así pues, la cortesía de un hombre hacia un
hombre es amabilidad; la cortesía de un hombre hacia una mujer es caballerosidad. Otra característica
mencionada es la fidelidad. La fidelidad cobra relevancia tanto en la disposición de pareja como en la
de heteronormatividad, pero este es un mandato que es comprendido como algo meramente
aspiracional, que contradice la naturaleza masculina y que, por tanto, su valor está en el sacrificio que
su cumplimiento supone. Esta noción de la promiscuidad como inherente a lo masculino se origina en
un supuesto determinismo biológico que considera al cuerpo como una máquina que “funciona” y
“opera”, con genes que heredan la agresividad, la necesidad de competir, de lograr el poder político,
las jerarquías, la territorialidad, la promiscuidad (…)” (Cruz, 2006, p. 3).
Como se ha mencionado, los resultados del estudio se ven influidos por el contexto en el que este
fue llevado a cabo. Se analizó esto en función de la relevancia que para los estudiantes cobran los
atributos relacionados a la inteligencia o la responsabilidad en su relación a la vida académica y laboral.
Sin embargo, la poca relevancia que otros atributos cobran también es un elemento para analizar. Entre
las características con una frecuencia de mención superior a veinte, únicamente una de ellas alude a
la dimensión física: el adjetivo “fuerte” (tabla 2). Cabe mencionar que la condición de estudiantes
universitarios de los participantes no es la única que incide en los resultados, también debe
considerarse que se trata de una población urbana de clase media en donde, a diferencia de en las
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áreas rurales, las condiciones físicas tienen poco que ver con la vida cotidiana. Así como los testimonios
recabados por Carolina González en su estudio sobre masculinidades rurales hacen ver:
En una primera instancia, los hombres identificaron como característica del hombre de campo
el trabajo con la tierra, la naturaleza y el esfuerzo de esta actividad: “(…) La otra vez trabajamos
en el campo, instalando… pero por dos o tres semanas, más no, y terminé con las manos
reventadas. No soy como mi tío, que tiene las manos bravas (Sergio, 24 años, Generación).
(González, 2013, p. 42).
Si bien las condiciones físicas no están relacionadas directamente con la vida urbana, sí existe
una imagen de lo masculino que está asociada a la fuerza. La masculinidad se vale de figuras
fantásticas y estereotípicas para caracterizar lo masculino; mitos, deidades, superhéroes, etc. (Connell,
2005). Estas figuras fantásticas tienen como elemento común, entre otros, la fuerza. Un cuerpo fuerte
está vinculado así a la virilidad, un elemento fundamental de la disposición de heteronormatividad.
Otra arista de la poca frecuencia con que los estudiantes se valieron de adjetivos sicos para
caracterizar a los hombres es la atribución del cuerpo masculino como un elemento al que únicamente
las mujeres ponen atención. Existe una contradicción entre la expectativa del cuerpo viril, hipersexual,
instintivo masculino y la negación a hablar del cuerpo masculino propio o ajeno.
El temor a la feminización por parte de sus pares es resultado de la homofobia que integra la
heteronormatividad. Al realizar el trabajo de campo del estudio, en más de una ocasión, los sujetos,
especialmente al estar en grupos con otros hombres, hicieron comentarios sobre cómo ellos no
podrían responder a la pregunta sobre las características esperadas de un hombre porque no eran
homosexuales, ni mujeres; lo cual se refleja también en el porcentaje de abstención de respuesta a
dicha pregunta.
Tanto la categoría física como afectiva tuvieron poca frecuencia en el estudio (gráfica 1) Esto
visibiliza que la dimensión afectiva no es considerada un campo masculino sino femenino (Ander-Egg,
1980) por tanto, su relevancia para los sujetos fue poca. Caso contrario, las categorías morales, actitud
y habilidad. Las habilidades y su nexo con la vida académica confirman la noción de pertenencia al
ámbito académico compartida por los estudiantes. Entonces estas características posibilitan la
identificación e integran, desde una perspectiva bourdieuana, a los sujetos al campo científico. “[las]
competencias técnicas y su poder social, actúan con autoridad; constituyendo una especie de capital,
un habitus científico que puede ser acumulado, transmitido y hasta removido a otros campos.” (Ferreira
de Oliveira & Mendes Catan, 2012, p. 152).
Los adjetivos categorizados como actitud ocupan el segundo lugar entre los más referidos en
el estudio. Puede señalarse entonces que, para algunos sujetos, no solo cobra importancia tener
actitudes masculinas sino utilizar adjetivos que refieran dichas actitudes al momento de caracterizar a
los hombres. Ello puede explicarse a partir de la virilidad como un elemento del modelo de la
masculinidad dominante que está inserto en la disposición de heteronormatividad y que se asocia a la
expresión activa de la hombría. Badinter (1993) conceptualiza la masculinidad como la integración de
tres negaciones: se niega ser niño, se niega ser mujer y se niega ser homosexual. Estas negaciones no
pueden ocurrir sin afirmar lo contrario y para el caso del modelo dominante de masculinidad y como
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se evidencia en los datos de este estudio, esta afirmación ocurre tanto en lo comportamental como en
lo discursivo.
La alta frecuencia con que se refieren adjetivos categorizados como morales puede revisarse
a partir de comprenderlos como adjetivos que se plantean desde la expectativa por cumplir, desde no
solo ser hombre sino ser un buen hombre. El cuestionario recaba los adjetivos a través de preguntar
las características esperadas de un hombre. Al analizar esto, se encuentra pleno sentido en que la
moralidad haya cobrado tanta relevancia para los sujetos. Estaban refiriéndose a las directrices
aprendidas en los procesos de socialización sexual y moral (Martín-Baró, 2005), a lo que se espera de
ellos en la vida cotidiana y fundamentalmente en la vida académica, a los atributos que han significado
como lo que les afiliará al imaginario universitario. (Hidalgo, 2017).
Para analizar los adjetivos referidos por los estudiantes en relación con la religión y la
orientación sexual, primero se hace necesario abordar cómo la distribución de los estudiantes según
su religiosidad y según la religión que profesan coincide con las estadísticas nacionales al respecto.
Guatemala es un país altamente religioso, en donde el discurso conservador sobre la masculinidad es
casi omnipresente. Las diferencias en el uso de adjetivos entre el grupo religioso y no religioso, así
como entre católicos y evangélicos no son significativas. La tendencia entre los grupos es la misma,
altos porcentajes en la categoría moral y actitud, bajos porcentajes en física y afectiva. El grupo de
estudiantes que no profesan ninguna religión, también está inmerso en este contexto, por tanto, sin
que les sea evidente, religiosos y no religiosos comparten más perspectivas sobre la realidad de lo que
pareciera.
En este estudio se analizaron únicamente las dos religiones dominantes en la muestra: el
catolicismo y el protestantismo. La exaltación de los valores del varón proveedor, respetuoso de la ley
(divina y humana), ejemplo y reproductor de disciplina, de cabeza de hogar, es un discurso común
entre las religiones predominantes, lo cual queda plasmado en la similitud en la tendencia de
respuesta entre una y otra religión (gráfica 5) pues este es un discurso que permanece en fondo,
aunque cambie en forma. Mientras el catolicismo emplea una retórica más sutil sobre las virtudes de
cada género, venera figuras femeninas santas y virginales (Moisés, 2012) y posee una estructura
masculina de autoridades, las religiones protestantes, principalmente neopentecostales parecen
manejar un discurso mucho más directo:
la masculinidad del hombre evangélico supone el tránsito hacia un «neomachismo
evangélico», que se denota por su transformación en un pater familias, como hombre
«responsable» con su esposa e hijos y proveedor de su familia. Como «sacerdote», el hombre
guía a la familia por los «senderos cristianos» (Disla, 2015, p. 33).
El porcentaje de participantes que refieren su orientación como heterosexual es mayor a
quienes la refieren como no heterosexual. Esta es una cifra que no puede ser contrastada contra datos
nacionales ya que no se cuenta con una estadística a nivel nacional sobre orientación sexual. Esta
ausencia de datos al respecto da cuenta de cómo en Guatemala, la sexualidad es un tema complejo,
que, muchas veces por influencia religiosa, ha sido barrido bajo el tapete social. Al analizar estos grupos
pueden observarse algunas diferencias en sus respuestas, que, si bien son escasas, vale la pena
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nombrar. Una de dichas diferencias es la mayor cantidad de respuestas alusivas a lo físico por parte de
personas no heterosexuales. Pareciera que este grupo se permite hablar de los cuerpos propios y
ajenos, partiendo de que está hablando de cuerpos que materializan su objeto de deseo sexo afectivo.
Otra diferencia está en que el grupo no heterosexual presenta un porcentaje mayor en cuanto a la
mención de adjetivos relacionados a la actitud, dichos adjetivos, a diferencia de la tendencia general
del estudio, obviamente influenciada por la mayoría que los sujetos heterosexuales representan,
aluden a actitudes que escapan al estereotipo masculino, tales como detallista o atento.
Hasta ahora se ha abordado la prevalencia de los adjetivos referidos por los participantes en
mayor o menor medida según su orientación sexual y su religión, pero existe otro hallazgo relevante.
Durante el procesamiento de datos, se contrastaron las respuestas entre dichos grupos y si bien había
diferencia en las frecuencias, al comparar religiosos no religiosos y católicos evangélicos, todos los
adjetivos referidos estaban presentes en ambos grupos. Sin embargo, este no fue el caso de la
comparación heterosexuales no heterosexuales. (Tabla 5) El grupo de participantes no heterosexuales
refirió adjetivos que el grupo heterosexual no. De nuevo, estos adjetivos, son características físicas o
actitudinales que no encuadran dentro del modelo dominante de masculinidad, pero hay uno que
llama la atención: agresivo. No parece casual que los únicos participantes que refieren la agresividad
como una característica masculina pertenezcan a un grupo que se ve vulnerado desde dicha
agresividad. Un grupo afectado por expresiones violentas que se escudan tras la “agresividad natural”
masculina. El Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (2013), en su investigación sobre
crímenes de odio por orientación sexual en varios países centroamericanos presenta un diagnóstico
que refiere a los sectores no heterosexuales como población vulnerable ante una realidad violenta, y
expresiones como las utilizadas por los participantes de este estudio dan cuenta de la permanencia de
dicha realidad.
Se han revisado los resultados de la caracterización que los sujetos hicieron de los hombres a
través del análisis de los adjetivos utilizados y se ha hecho evidente que, aunque existen diferencias
en el uso o des uso de determinados adjetivos, estas son escasas. Sin embargo, existen diferencias
significativas en el análisis de los resultados de la escala de valoración del cuestionario.
Se encontraron dos disposiciones con medias negativas, proveeduría y heteronormatividad. La
media de proveeduría resultó negativa en todos los grupos comparados excepto en el de protestantes.
La media de heteronormatividad resultó negativa para los grupos no heterosexuales y no religiosos, y
positiva en el resto.
A pesar de que las medias son, en su mayoría positivas, las pruebas estadísticas indican
diferencia significativa en todas las disposiciones en las comparaciones por religiosidad, religión
predominante y orientación sexual. Estas diferencias no se refieren a posiciones dicotómicas de apego
o no con el modelo, sino a qué tan fuerte es el apego a la disposición dentro de los grupos comparados.
En la comparación entre religiosos y no religiosos, los sujetos religiosos obtuvieron medias más altas,
lo cual evidencia mayor apego con el modelo dominante de masculinidad. En la comparación entre
una y otra religión predominante, el grupo evangélico fue el que obtuvo medias más altas, a partir de
lo cual se evidencia el mayor grado de apego al modelo en comparación con el grupo católico. Por
último, el grupo heterosexual obtuvo medias más altas que el no heterosexual, quedando a
registrado que el grupo no heterosexual está menos apegado al modelo dominante de masculinidad.
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No.2 Enero-Diciembre 2019
ISSN 2958-1648
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Psicológicas de la Universidad
de San Carlos de Guatemala
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