Copyright 2019 Manuel Guarán
Recibido: 04 de marzo de 2019
Aceptado: 05 de octubre de 2019
Publicado: 30 de noviembre de 2019
No.2 Enero-Diciembre 2019
ISSN 2958-1648
Psicogt.org/index.php/riec
Escuela de Ciencias
Psicológicas de la Universidad
de San Carlos de Guatemala
https://doi.org/10.57247/riec.vi2.53
Interpretación psicoanalítica de la leyenda del Cadejo
Psychoanalytic interpretation of the legend of the Cadejo
Manuel Guarán
Escuela de Ciencias Psicológicas
Este trabajo fue financiado con recursos del autor. El autor no tiene ningún conflicto de interés al
haber hecho este trabajo. Correo electrónico: investigacio@psicousac.edu.gt
Resumen: Este trabajo presenta los hallazgos encontrados a la luz de la aplicación e interpretación del
método psicoanalítico en una de las leyendas de la tradición oral urbana del país: El Cadejo. El
documento expone la necesidad de analizar los mitos con los métodos que brinda la psicología, en
especial el psicoanálisis, para poder comprender de una forma profunda los mitos y la forma en la que
estos hablan de la psique de las personas que mantienen viva esta leyenda, entendiéndolas desde su
ser en conflicto con su mestizaje e interculturalidad y las formas en las que buscan lidiar con esa
conflictividad. De esta forma se plantea el papel que podría tener el psicoanálisis en la solución de la
problemática interétnica guatemalteca. Se debe indicar que esta es una primera aproximación a una
reflexión en curso sobre la temática.
Abstract: This paper presents the findings found in the light of the application and interpretation of the
psychoanalytic method in one of the legends of the urban oral tradition of the country: El Cadejo. The
document exposes the need to analyze the myths with the methods offered by psychology, especially
psychoanalysis, in order to deeply understand the myths and the way in which they speak of the psyche
of the people who keep this legend alive., understanding them from their being in conflict with their
miscegenation and interculturality and the ways in which they seek to deal with that conflict. In this
way, the role that psychoanalysis could have in solving the Guatemalan inter-ethnic problem is raised.
It should be noted that this is a first approach to an ongoing reflection on the subject.
Palabras clave: Psicoanálisis, Leyendas, Tradición, El Cadejo, Guatemala.
Keywords: Psychoanalysis, Legends, Tradition, El Cadejo, Guatemala
En los años noventa, durante la famosa época dorada del rock nacional, sonaba en la radio una
canción de Ricardo Andrade que llevaba por nombre El Cadejo. La canción trata sobre un hombre que
tiene problemas sentimentales con su pareja y decide ir a paliar sus penas libando licor. Después de
pasar por varios bares y por varias botellas, se encuentra en un estado de ebriedad en el que ya no
puede caminar ni reconocer por donde va. En ese momento de desesperación, le canta a un ser
sobrenatural, pidiéndole que lo guíe y que lo lleve con su mujer: Guíame Cadejo, llévame donde ella
está/ porque en este estado no puedo llegar. El nombre del título de la canción es el mismo con que se
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conoce en la tradición oral guatemalteca a un ser sobrenatural con forma de perro o coyote negro que
guía a los borrachos o que se
los “gana”, dependiendo de la versión que se tenga de él. Según la tradición oral urbana del país, el
perro negro sólo se separa de la persona cuando ésta ha recobrado la conciencia. Es, por tanto,
conocido como el guardián de los borrachos. Además de la leyenda del Cadejo, el país tiene una gran
riqueza en cuanto a la cantidad de mitos y leyendas de diverso origen, ya sea de la tradición
prehispánica o colonial, que han sido transmitidos oralmente de generación en generación y que
permiten, no sólo mantener y estudiar la cohesión cultural e identitaria, sino analizar por medio de ellos
el contenido inconsciente de la estructura psíquica de los guatemaltecos.
Lamentablemente los estudios antropológicos sobre el tema son escasos y los psicológicos
casi inexistentes. Los mitos y leyendas son, en último término, creación de las fuerzas psíquicas del
hombre (Freud, 2017), es decir, fenómenos psicológicos que merecen ser estudiados e interpretados
según los métodos que la ciencia psicológica dispone para hacerlo. Esto último es lo que intentaré
realizar a continuación con la leyenda del Cadejo. Para hacerlo me valdré como referencia, sobre todo,
del bello libro de Celso Lara Figueroa (1990) titulado Leyendas y Casos de la Tradición Oral de
Guatemala.
I
Según Lara Figueroa (1990), la leyenda del Cadejo es una de las s originales y antiguas de
que se tiene conocimiento, la clasifica como una leyenda animística “clásica”, junto con la siguanaba,
el tzitzimite y la llorona. Asevera que este tipo de leyendas se repiten con algunas variantes, pero
manteniendo su núcleo intacto en varios países de Latinoamérica, infiriendo su origen en el continente
europeo, especialmente durante el medievo y legado a las Américas por medio de las colonias.
El Cadejo es un espíritu que se presenta en forma de perro negro, lanudo y misterioso con
patas o cascos de cabra que protege a los borrachos. Según Recinos “El cadejo tiene la figura de un
perro negro o blanco, según la función y la localidad, con los ojos encendidos como ascuas y el pelo
largo, lanudo y enredado” (citado en Lara, 1990; p. 74). El Cadejo blanco protege a las mujeres y niños,
mientras el negro es el encargado de proteger y guiar a los borrachos que, según afirma uno de los
informantes de Lara, “tiene como tarea perseguir y cuidar que no les pase nada a los bolos que se
quedan tirados en las calles” (p. 71), otro de los entrevistados por Lara refiere que la ocupación del
Cadejo es “seguir a los que están en peligro y dejarlos cuando éste ya ha pasado” (p. 71). En todo caso,
el Cadejo es un espíritu que se manifiesta en las noches con forma de perro y que tiene el trabajo de
guiar a los borrachos en su tambaleo nocturno.
No obstante, el Cadejo no es del todo desinteresado e inofensivo, otro de los informantes de
Lara hace la siguiente aclaración: “El cadejo lo puede trabar [a la persona], pues si se lo encuentra a
uno tirado y le lame la boca, ya lo jodió para siempre, pues entonces uno jamás se compone” (p. 72).
En los relatos orales, tanto los recopilados por Lara, como los escuchados por quien esto escribe, el
Cadejo protege y ayuda a los borrachos e incluso les proporciona facilidades para conseguir más licor,
a condición de que a su muerte se llevará el alma de sus protegidos.
Existen tres variantes principales del Cadejo (Lara, 1990), por los fines que persigo me enfocaré
sólo en la tercera y más popular de las versiones: la del Cadejo como protector de los borrachos,
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dejando a un lado las versiones del Cadejo blanco que defiende a las mujeres y niños y la del Cadejo
como agresor. La leyenda es conocida en varios departamentos del interior del país con la misma
estructura y el mismo núcleo, aunque el epicentro de su actuar, por adecirlo, está en la ciudad capital.
Es interesante recalcar que la leyenda del Cadejo no aparece en el área indígena en el occidente del
país al menos en los estudios de Lara haciendo de esta leyenda una herencia puramente europea,
pero, como bien señala Lara, no por ello menos importante.
Antes de entrar de lleno al análisis de la leyenda haremos revisión de la misma en otros países
iberoamericanos. Por ejemplo, en el estado de Chiapas, México, se tiene la creencia de que el demonio
se transforma en animal y que prefiere, sobre todo, al perro prieto (Navarrete, 2007), aunque no se
explica qué función tiene esta transmutación del demonio. Asimismo, se conoce del Cadejo en Costa
Rica, con la pequeña diferencia de que pluraliza su nombre, se le conoce como Cadejos. Al igual es un
perro negro que sale en las noches, salvo que no guía o protege borrachos, sino que se dedica a
molestar fincas, caballerías o a hacer otras diabluras, etc. También se conoce del Cadejo en España
con las mismas características que en Guatemala a excepción de su función: guiar y proteger borrachos
(Quesada, 2018; Lara, 1990). Para sintetizar diremos que el Cadejo es un ser sobrenatural, cuya función
es guiar y cuidar a los borrachos, con el fin último de ganar el alma de sus protegidos a su muerte.
Por la importancia para los fines de este ensayo, transcribo una versión paradigmática de la
leyenda de forma literal:
Pasó por las Cinco calles; el José había estado de chupa con sus amigos, y tal fue la soca que
se puso aquella vez, que se quedó tirado al pie del Amate; en horas de la madrugada, y ya
medio bueno, y con una goma de la gran diabla, tratándose de parar, se dio cuenta que a su
lado había un perro negro muy lanudo que le pasó la lengua por la boca. Él se levantó, y se fue
trastrabillando por la calle de la Santa Faz, y el perro, haciendo ruido con sus casquitos de
cabra, lo siguió; por el tanque de San Gaspar unos hombres quisieron atacarlo, pero el gran
perro lo defendió, y siguió con él hasta dejarlo sano y salvo en la puerta de su casa; desde ese
día, todas las noches, y cada vez que salía, durante nueve días el perro lo acompañó. Y tenía
que ser así, porque el Cadejo (pues el perro que José había visto era El Cadejo) acostumbra
seguir durante nueve días al hombre que le ha lamido la boca, y entonces nunca se cura el
bolo, tal y como le pasó al José que les cuento que se murió de bolo (Lara, 1990; p. 139-140).
En el relato anterior queda materializado todo lo que se ha dicho sobre el Cadejo, empieza
protegiendo a los borrachos, pero al final, termina por ganárselos hasta conseguir su muerte. Es obvia
la interpretación de carácter moral que puede dársele a la leyenda, al menos es la más común y, de
hecho, es con ese fin con el que se cuenta entre las personas que la conocen: Una lección sobre lo
que les pasa a las personas que abusan del consumo de las bebidas alcohólicas. Sin embargo, si se
reduce el sentido de la leyenda a una lección de carácter moral, como hasta ahora se ha hecho, se
dejaría en la oscuridad el sentido profundo de la misma. Por eso considero importante intentar
interpretarla desde una perspectiva psicoanalítica y verificar qué resultados nos puede brindar para la
inteligencia de este fenómeno.
II
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En el apartado anterior hice mención de que, según Lara (1990), la leyenda del Cadejo no existe
dentro del imaginario de las comunidades indígenas del altiplano, siendo entonces una leyenda
heredada de la tradición europea o, en otras palabras, una leyenda ladina, cuyo conocimiento existe
en las urbes del país (en su mayoría de población ladina), sobre todo en la ciudad capital. Sin embargo,
el conocimiento que yo tengo de la leyenda me fue relatado en San Martín Jilotepeque, municipio del
departamento de Chimaltenango, un pueblo de población en su mayoría indígena Kaqchikel y Quiché
y también es conocida en el municipio de Santiago Atitlán, en el departamento de Sololá, de población
Tzutujil.
No se trata aquí de negar la veracidad del trabajo de Lara, sino hacer ver que la leyenda, con
indudable origen europeo, también existe en el imaginario de los pueblos indígenas de la nación. Esto
significa, que no existen identidades puras, sino que todos los grupos étnicos de Guatemala han sido
y continúan siendo influenciados (mestizados con) por otros (Morales, 2017), llegando a manifestarse
este mestizaje en las tradiciones populares. A diferencia de ciertos grupos y organizaciones
internacionales que intentan ver en el país una nación diferenciada en esencialismos étnicos y
culturales antagónicos, el caso del Cadejo demuestra que lo que existe en el país es una
interculturalidad mestizada incluso en el conocimiento de las leyendas populares, tomadas por el
psicoanálisis como un producto psicológico del inconsciente (Freud, 2013).
La diferencia entre la leyenda del Cadejo guatemalteco y la de los demás países en donde
existen versiones similares es, principalmente, su «función». El origen de la leyenda se sitúa en España,
cuyo deber es preceder “la procesión de los muertos” que consiste grosso modo, en una marcha de
almas en pena, en la cual el Cadejo hace sonar una campana a su paso. En los demás países de
Mesoamérica, se conoce la versión del Cadejo Blanco, que protege a mujeres y niños o la de un simple
perro-demonio que hace diabluras (Quesada, 2018; Lara, 1990). Como bien señala Lara y otros autores,
la leyenda del Cadejo es de procedencia europea, aunque también es conocida en los pueblos
indígenas. Esto supondría una simple apropiación cultural de la leyenda, transmitida por la tradición
oral en los diversos espacios interculturales del país, sobre todo, los posibilitados por el comercio en
su devenir histórico.
Sin embargo, el hecho de que solamente la versión guatemalteca posea la peculiaridad de
proteger y cuidar a los borrachos, reafirma el hecho de que no hay ninguna apropiación cultural pasiva,
pues ¿de dónde viene esta particular función del Cadejo guatemalteco que no se repite en ningún otro
país o cultura? La función propia de este ser sobrenatural en su versión guatemalteca plantea
interrogantes interesantes ¿Por qué razón el Cadejo terminó por ser el «guardián de los borrachos»?
El molde, la figura manifiesta de la leyenda es de origen europeo, pero el «sentido» o «función» que
tiene para la tradición nacional, fue adquirido, como parece indicar lo antes expuesto, en nuestra
cultura. ¿Cuáles fueron los motivos para este cambio en la función del Cadejo en Guatemala y de
dónde provienen? Para intentar explicar este fenómeno cultural, revisaremos los posibles orígenes de
la función del Cadejo guatemalteco. Puesto que en la versión europea no posee esta cualidad,
indagaremos en las tradiciones mesoamericanas indígenas en busca de respuestas.
Para las comunidades indígenas las libaciones de licor en los ritos espirituales y religiosos son
de suma importancia, incluso hay bebidas consideradas sagradas. Según Sagastume (2015), en las
comunidades indígenas se ha recurrido al uso e ingestión de bebidas alcohólicas desde las épocas
prehispánicas, generalmente con fines religiosos, rituales o medicinales. Una de las bebidas más
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populares es l’cuc, más conocido como cusha, que según refiere uno de los entrevistados de
Sagastume “los antepasados lo preparaban para beberlo durante la práctica de rituales” (p. 342). En
otros estudios se menciona el sa y el balché, éste último “era y es la bebida sagrada por excelencia
de los mayas, la consumida en todas las ceremonias mayas” (Bernard, Lozano, 2004: p. 3). El balché
tiene dos funciones fundamentales: consagrar o purificar objetos y personas y producir ciertos estados
de conciencia que acercan al hombre a la divinidad. Mientras que el sa, al ser elaborado a base de
nixtamal precocido, tiene la función de rememorar el origen de los antepasados, como se narra en el
Popol Vuh (Gabriel, 2004; Bernard, Lozano, 2004).
Otro ejemplo de la importancia del consumo de bebidas alcohólicas en los pueblos indígenas,
son las ceremonias a la deidad indígena Maximón, tanto al de Santiago Atitlán como el de San Andrés
Itzapa, también conocido como San Simón (Melendreras, López & Calderón, 2005; Morales, 2008; Soto,
2018). En las ceremonias hechas a este último, beben en la capilla hasta perder el conocimiento, en
medio de rezos y plegarias. En las últimas décadas, por el creciente avance de la globalización, se ha
disminuido el empleo de las bebidas ancestrales originales y han entrado en uso, para las ceremonias
y rituales indígenas, las bebidas alcohólicas destiladas de venta comercial, entre ellas el aguardiente
popular conocido como indita (Morales, 2008), extendiendo así la sacralidad de las bebidas
embriagantes hasta las «profanas». En forma sucinta, podríamos afirmar que las bebidas alcohólicas
quizá más por su efecto que por su procedencia representan una forma de acercarse a la divinidad
para los indígenas, de esto se desprende su carácter de sagradas.
En la tradición española, cristiana y católica, existen polaridades axiológicas contrapuestas, el
bien y el mal como antagónicos, dos polos opuestos irreconciliables: por un lado, Dios y por otro el
diablo. En esta tradición el Cadejo es el emisario del mal, su historia se cuenta como una advertencia
para los trasnochadores y pecadores: si andan de noche, puede aparecérseles el mal, la procesión de
la muerte y sus almas en pena, en la cual el Cadejo pregona «Andar de a, que la noche es mía»
sonando, al tiempo, su lúgubre campana (Quesada, 2018). Las otras versiones del Cadejo siguen esta
lógica cristiana, el perro negro (diabólico) es malo y peligroso, no tiene otro motivo que hacer el mal,
molestar, aparecérseles y asustar a los transeúntes o herir y matar animales domésticos (Navarrete,
2007; Lara, 1990).
A diferencia de la cosmovisión cristiana, en la tradición maya, el bien y el mal son parte del
mismo equilibrio del mundo, se complementan en una sola realidad. Todos los seres existentes
incluidos los míticos y divinos son dinámicos porque la esencia que los constituye tiene dos sustancias
opuestas y complementarias. Esta oposición tiene variadas manifestaciones, entre las que destacan
luz/oscuridad, masculino/femenino, bueno/malo, caliente/frío, etc. (López, 2012). El ejemplo
paradigmático de esta cosmovisión es la deidad indígena Maximón; hace cosas buenas y malas, ayuda
a cualquier persona sin importar su condición moral, no juzga, no tiene el mismo imperativo categórico
que el occidental. Se sabe también que Maximón tiende a trasmutar en diversas formas su apariencia,
llegando a ser San Pedro, Pedro de Alvarado, Judas Iscariote, hombre, mujer, amigo, enemigo o
cualquier clase de animal. Incluso se lo ha identificado como una de las múltiples transfiguraciones de
Kukulkán, la serpiente emplumada que era la deidad máxima de los mesoamericanos que, se
caracterizaba precisamente, por su facultad transfiguradora (Morales, 2008). Maximón es considerado
por sus fieles como su antepasado, se le conoce en Santiago Atitlán como Rilaj Mam que según
Taracena citado por Soto, significa “viejo ancestro sabio” (2018: p. 21). Asimismo, Maximón es conocido
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por el gusto que tiene por las bebidas alcohólicas y el tabaco. También tiene fama de bromista, traidor
y tramposo, no se le puede tener mucha confianza.
El «Cadejo guatemalteco», a diferencia de las otras versiones, sigue esta lógica de la
cosmovisión maya, en lugar de condenar y castigar a los que obran “mal” los borrachos los ayuda y
protege. Además, es interesante el hecho de que elija como sus protegidos a los consumidores de
bebidas alcohólicas bajo sus efectos, sagrados para los indígenas. Y, al igual que Maximón, les tiende
una trampa al final, pues intenta llevarse el alma de sus acogidos. Es decir, que existen en él esas
sustancias «opuestas y complementarias». Hay en ambas figuras míticas una ambivalencia de
bueno/malo. ¿Quién es el cadejo entonces? En todo caso, es un ser diabólico que brinda su protección
a los que obran mal (los borrachos). Con base en lo anterior, me parece verosímil afirmar que el «Cadejo
guatemalteco» es una leyenda de origen europeo con una lógica indígena, o en términos
psicoanalíticos: su apariencia manifiesta es de origen europeo, pero su sentido latente es de origen
mesoamericano, maya. Esto nos demuestra que el cadejo guatemalteco se encuentra mestizado con
las creencias y costumbres indígenas, una especie de sincretismo mítico, conjunción de dos códigos
culturales distintos en un mismo significante, en este caso, ha asimilado la importancia del consumo
de alcohol y gracias a ello se ha hecho cargo de la responsabilidad de un conflicto. Como se señala en
la obra de Asturias, el Cadejo es el reflejo de una sociedad decadente basada en la mentira y el abuso
del hombre contra el hombre que marca el conflicto entre la religión católica y el pensamiento
precolombino (Jaeck, 2005).
Si se acepta lo anterior, el Cadejo es entonces una leyenda sincréticamente mestizada, el origen
de su núcleo es europeo y su función agregada es de raíces prehispánicas o indígenas. ¿Cómo es
posible este sincretismo? Como se apuntó más arriba, este fenómeno debe su razón de ser a la
socialización de los diferentes grupos étnicos en los diversos espacios interculturales del país
mercados, escuelas, iglesias, parques, etc. por medio de los relatos de la tradición oral que, con el
pasar del tiempo y su devenir histórico, fueron posibilitando, no sólo una apropiación cultural de la
leyenda, sino su asimilación a los códigos culturales propios, modificando el sentido del relato hasta
agregarle la característica función, al punto de quedar de la versión original sólo la apariencia
manifiesta: el perro negro. Esta es otra forma de expresión del mestizaje del pueblo guatemalteco. El
Cadejo representa una unión de dos mundos distintos: el ladino y el indígena por medio de la ingestión
de bebidas alcohólicas cuyo consumo, las más de las veces, implica un conflicto intrapsíquico. En otras
palabras, lo que hasta ahora hemos podido entrever en la leyenda del Cadejo es que expresa un
problema de identidad étnica y cultural, representa un tipo de mestizaje conflictivo, entre lo indígena
y lo ladino, empleando o quizás, expresándose por medio del alcohol.
En sus estudios sobre el totemismo en las civilizaciones antiguas, Freud (2017) explica su
naturaleza diciendo que un tótem “[es] un animal comestible, ora inofensivo, ora peligroso y temido, y
más raramente, una planta o una fuerza natural (lluvia, agua) que se hallan en una relación particular
con la totalidad del grupo” (p. 11). Un tótem es tomado como el «antepasado» de un grupo y como un
“espíritu protector y su bienhechor (...) [que] les conoce y protege aun en aquellos casos en los que
resulta peligroso” (p. 11). Similar función cumple el Cadejo con su particular grupo: los borrachos. Si
tomamos al Cadejo como una reminiscencia espiritual y sobrenatural del totemismo, debemos
también considerarlo un antepasado de sus protegidos. De hecho, se conocen casos clínicos clásicos
en donde personas afligidas o «neuróticas», por medio del mecanismo psíquico del desplazamiento,
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han transferido la afectividad y/o conflictividad con el padre el antepasado a un perro, desarrollando
síntomas ambivalentes de amor-odio por el animal; lo aman y desean estar con él, al mismo tiempo
que le temen y huyen, le atribuyen buenas y malas intenciones al mismo tiempo (Freud, 2017; 2015;
2013). Aplicando este análisis al caso del Cadejo, se explicaría por qué la leyenda relata que el perro
protege a los borrachos, pero que también puede ganarse su alma. Sería esto el resultado de una
ambivalencia afectiva de amor odio hacia el Cadejo. Asimismo, en los casos clínicos el perro resultaba
ser una transfiguración del padre, del antepasado. Según Freud (2017), el tótem surgió como una
transfiguración del padre convertido en un animal; se niega que haya un conflicto con el padre y se le
atribuye al tótem. Si el Cadejo es una reminiscencia espiritual y sobrenatural del totemismo y este, a
su vez, es una transfiguración de un antepasado ¿quién es este antepasado?
He expuesto más arriba que Maximón es conocido como “Rilaj Mam” locución indígena que
significa “viejo ancestro sabio”. También se ha expuesto la capacidad transfiguradora de Rilaj Mam o
Maximón. Si el Cadejo es una transfiguración de un antepasado, dadas las características de Maximón,
es verosímil argumentar que él es el antepasado transfigurado en un perro sobrenatural. O empleando
otra fórmula, podría decirse que la vieja deidad mesoamericana, india, ha logrado filtrarse en un mito
ladino, es decir, que en el fondo de todo ladino hay un indio y, viceversa, en el fondo de todo indio hay
un ladino, psicológicamente hablando. Por tanto, podríamos afirmar que el Cadejo es otra
transmutación de Rilaj Mam, que por medio de la leyenda del perro negro de origen europeo ha
entrado en el imaginario de los pueblos ladinos (e indígenas), expresándose por medio de la tradición
oral en la clase obrera y el sujeto popular en un contexto intercultural de los barrios de Guatemala. De
forma análoga a un tótem, el Cadejo (transmutación de Rilaj Mam) es el antepasado de sus protegidos,
los borrachos y siguiendo su tradición de tramposo y bromista (Soto, 2018), termina por ganarse el alma
de los pobres cristianos capitalinos hacía... ¿la cosmovisión maya? En todo caso, lo cierto es que en el
país hay únicamente mestizos y los usos y costumbres de las tradiciones adoptadas son las que
deciden la etiqueta de identificación étnica. En la leyenda del Cadejo se puede encontrar un poco de
ambos mundos. Mario Roberto Morales (2008) llama a esta problemática identitaria como El síndrome
de Maximón, que consiste en una metáfora para referirse a la habilidad que se tiene de pasar de un
código cultural a otro o de una identidad a otra, asevera, asimismo, que el síndrome puede ser
conflictivo en las personas que se sienten culpables o que se avergüenzan de su contraparte negada.
Si hemos descubierto hasta ahora que la leyenda del cadejo puede ser en el fondo otra
transfiguración de Rilaj Mam, sólo nos falta terminar el análisis de la cuestión para intentar darle
solución al problema. El Cadejo, «el protector de los borrachos» hay una frase que se le atribuye a
Miguel Ángel Asturias que dicta “en Guatemala sólo se puede vivir o borracho o loco” ¿Cumplen una
función las bebidas alcohólicas en la economía psíquica del guatemalteco? ¿Podría entonces, el
consumo de bebidas alcohólicas en Guatemala, ser una reminiscencia, podría significar una conexión
con un pasado perdido, negado y conflictivo?
III
Durante la práctica en el Centro Integral de Tratamiento Ambulatorio en Adicciones (CITAA) de
la Escuela de Psicología, Usac, he tenido la oportunidad de compartir con personas que padecen de
alcoholismo y viven internadas en un centro de rehabilitación. A través de la experiencia obtenida
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podría argumentar que la adicción al alcohol o cualquier otra sustancia es, en último rmino, un
síntoma de otro conflicto que, a medida que se indaga, se aleja cada vez más de la sustancia. Las
personas se hunden en una droga no por la droga misma, sino como un método para escapar o buscar
una solución a sus problemas y traumas. Cada quien tiene su historia personal con sus vicisitudes
propias, pero podría argüirse que, en general, todos carecen de una identidad auténticamente asumida
y, por lo mismo, de un sentido para su vida. Muchos de los internos son muy inteligentes y han
compartido frases muy interesantes, más de uno de ellos ha estado en varios centros de rehabilitación
y han tenido que contar su historia en repetidas ocasiones a lo que han llamado “sacarle callo a la
historia”, de la misma manera, en varios de sus relatos, he escuchado el deseo de haber tenido un
guardián que los cuidara o que les permitiera identificarse con algo. Hablando de la idea de un
guardián, uno de ellos me contó lo siguiente: “Siempre he buscado un lugar al cual pertenecer, no me
siento parte de ningún lado, estoy solo, he andado chingando por ahí tal vez buscando un hogar, sabes.
entre risas concluyó Bueno, al menos he sido buen compañero del Cadejo, el pisadito es mi único
cuate”.
Las personas que se encuentran desesperadas o que pasan por un conflicto y se sienten
abandonadas sin un grupo al cual pertenecer, recurren a menudo al consumo de alcohol para aliviar
sus penas, como la canción que mencioné al principio. Estando en ese estado de pena y abandono,
llega desde el otro mundo un ser sobrenatural a protegerlos, como un patriarca de tiempos antiguos
que brinda su abrazo cariñoso y que tiene por fin último llevárselos con él.
Tomando la hipótesis psicoanalítica de una herencia arcaica filogenética, que también se
conoce como un arquetipo, como la base sobre la cual se funda toda la vida ontopsicológica, la
existencia del Cadejo es el deseo inconsciente infantil y/o arcaico del adicto de ser protegido por el
padre. Tanto el Dios cristiano como la deidad indígena Maximón, son sustituciones del padre. Ambos,
igualmente, han sido simbolizados por animales, en este caso Dios con una paloma y Maximón (o Rilaj
Mam), apropiándose de una tradición europea, como un perro negro diabólico/protector. Se sabe,
asimismo, que todo ser humano lleva una relación afectiva ambivalente de amor odio por el padre
(Freud, 2013) y que esta condición lo hace quererlo y temerlo al mismo tiempo, sintiéndolo capaz de
protegerlo y hacerle daño por igual. La contradicción que se ve en la leyenda del Cadejo que, primero
protege y luego se gana el alma de sus protegidos, sigue esta misma temática de ambivalencia
afectiva.
Puesto que el alcohol es uno de los medios con el que en la tradición indígena se acerca el
hombre a la divinidad, al nódulo de lo que constituye su identidad, se ve ahora que las personas que
carecen de una la buscan, inconscientemente, en el consumo de alcohol y que la consiguen con la
protección del guardián de los borrachos, el Cadejo. Pero, el cadejo es un ser mestizado, y, por tanto,
las personas que, por diversos motivos, no han asumido una identidad auténticamente definida y la
buscan en el licor, buscan una identidad mestiza o, quizás, aceptar en la protección del ser sobrenatural
su condición de seres mestizados y que conjuguen en ella misma los dos mundos en los que pulula
todo el contenido inconsciente de su psique. Un ejemplo de este desgarramiento identitario sería «la
gran lengua», Miguel Ángel Asturias, quien tenía fama de abusar de las bebidas alcohólicas (Galindo,
1999). El caso del cadejo sería el desenlace más dramático del síndrome de Maximón, al no poder
aceptar o elegir una de ambas identidades, el sujeto prefiere la autodestrucción. El alcohol entonces,
más allá del refuerzo social moderno, tiene para el guatemalteco, de forma profundamente
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inconsciente, la función de acercarlo a la divinidad, que significa en último término, acercarlo al padre
o, en un sentido colectivo más profundo, a sus orígenes, a la comunión con su familia original y, al
mismo tiempo, como resultado de la ambivalencia, a la melancolía del paraíso perdido. Cada vez que
se siente perdido o abatido, confundido o incomprendido, busca en el consumo de bebidas
alcohólicas, sin saberlo, el nombre del padre (símbolo de la identidad con un grupo) y su protección y
consejo. Algunos, estando en un terrible estado de ebriedad lo han podido ver transfigurado en un
perro negro, de ojos rojos y apariencia demoniaca y que, sin embargo, está ahí para protegerlos.
Este estado de buscar la protección de los padres en la vida adulta, cuando se tiene una
dificultad o un conflicto, se conoce en psicoanálisis como regresión. En el caso del consumo de alcohol
es una regresión a la primera etapa del desarrollo psicosexual del individuo: la etapa oral (Freud, 2015),
que es la inicial y más arcaica de la evolución de cada persona, en donde el sujeto se separa de su
objeto para convertirse en un individuo. Regresar a esta etapa significaría dejar de ser lo que se es para
volver a ser parte indisoluble de su objeto primigenio, en el sentido de una identidad colectiva, a ser
parte de una comunidad original. En el sentido real esta regresión constituye la destrucción del sujeto.
El psicoanálisis ayuda a considerar que, de una forma profundamente adherida al inconsciente
del guatemalteco, el consumo de alcohol para los habitantes de este país tiene un sentido, que
funciona a modo de brújula para buscar una identidad perdida, negada o nunca encontrada. Se
desprende de esto que entre s fuerte sea la sensación de impropiedad de la identidad del sujeto,
más abocado estará éste al consumo excesivo de alcohol, que por medio del mecanismo psíquico de
desplazamiento y el reforzamiento social, puede llegar a ser una adicción a cualquier otra droga.
Para los s sensibles, que sienten y experimentan por las circunstancias de su vida este
desgarramiento identitario, el síndrome de Maximón en su versión s conflictiva, se ven en la
necesidad de formar una tribu anónima de buscadores que tienen como tótem simbólico al Cadejo,
transfiguración mestizada ladina india, europea americana de Rilaj Mam, que como lección encubierta
de enseñanza moral sobre el consumo de licor, es realmente el deseo de ser succionado y “ganado” a
través del alcoholismo por su tótem en una identificación completa que significaría la muerte. De forma
consciente se le teme y la enseñanza moral manifiesta de la leyenda protege contra el latente deseo
inconsciente de ser absorbido por él.
El Cadejo es el símbolo inconsciente, transmitido por la tradición oral urbana del país de la
versión más dramática del Síndrome de Maximón. Tótem y transfiguración de Rilaj Man en un molde
europeo, de los individuos de un grupo anónimo, de las personas más sensibles y vulnerables por las
circunstancias de su vida personal a sufrir, sin saberlo conscientemente, el desgarramiento de no
sentirse parte de ninguno de los dos mundos que lo constituyen. También representa el deseo de
identificarse con él, identificación que sólo se logra cuando se muere por el alcoholismo, es decir, en
la autodestrucción. A falta de una solución interétnica en la articulación de las diferencias en un espacio
de convivencia pacífica, democrática y humana (Morales, 2008), se debe buscar la identidad auténtica
en la muerte.
El hecho de que la leyenda sea de origen europeo y, sobre todo, parte del imaginario del
pueblo ladino, nos hace ver el drama que se vive en el interior de cada habitante urbano-ladino
respecto de su identidad mestizada negada y, en muchas ocasiones, ignorada. El conflicto étnico, de
la multiculturalidad y de la interculturalidad del país, existe en el inconsciente de los habitantes de
Guatemala y se expresa de distintas formas en sus mitos y leyendas, en los relatos de la tradición oral
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y en todas las manifestaciones culturales de nuestro país. También, por desgracia, en las vidas de las
personas que se ven hundidas en una adicción, destruyéndose por la falta de sentido y arraigo tanto a
su familia como a su pueblo. Es aquí, en este punto, en donde el psicoanálisis se hace necesario, no
solo para hacer consciente lo inconsciente personal, sino también lo colectivo y partir de eso poder
ver al otro como un reflejo inseparable del yo, como una parte constitutiva de lo que yo soy. De este
modo, quizá, sin borrar diferencias ni inventar esencialismos, llegar a una nación unificada en su
pluralidad cultural, permitiendo a cada persona y, en especial, a las personas que sufren de alguna
adicción a cualquier sustancia, encontrarse a sí mismas y tener una vida digna de ser vivida dejando el
deseo narcisista y autodestructivo de identificarse con su tótem, el Cadejo, para poder identificarse
con el otro, su prójimo y su pueblo.
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