La segunda categoría es diferente a la anterior, pero puede ser aún más dañina y tiende a
enraizarse profundamente en las personas: es la esperanza, sin embargo, nos limitamos acá a tratar el
tema de la esperanza cristiana. (“La esperanza es lo último que se pierde” declara un dicho popular).
Este es un anestésico que se vende a precios muy caros, el dinero que las personas dan a las iglesias
no posee valor alguno comparado con la libertad que entregan a tales instituciones. Este tipo de
calmante está dirigido hacia las personas que no pueden distraerse tan fácil de su existencia,
probablemente por no poseer los recursos económicos para entrar al círculo del consumo.
Por ello es que se ofrece la esperanza. Al hablar de esperanza, se espera algo mejor en el
futuro, implica tener fe “Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”
(Heb. 11:1 Antigua versión de Casiodoro de Reina). Esto conlleva a experimentar la existencia de una
manera fragmentada, pues no permite ser consciente de la finitud, lo cual es necesario para llegar a la
“propiedad” antes mencionada: “pero para el cristiano la muerte no es en modo alguno el final de todo
e implica más esperanza que la vida, aunque sea esta desbordante de salud y fuerza” (Camus, 1995, p.
58). La promesa de un mundo perfecto después de la muerte, si bien consigue devolver a las personas
la tranquilidad anhelada que proporciona un principio ordenador del universo, las priva de la condición
necesaria para que pueda sentirse como un ser para la muerte. Por fe cree que vivirá eternamente y
para ser consecuente con esta fe, debe vivir de una manera determinada, interpretando toda dicha
como recompensa, toda desgracia como un castigo de Dios (Nietzsche, 1991). Esto hace imposible la
experiencia de la existencia como un proyecto abierto, pues actúa de acuerdo a un sentido de vida y
no por voluntad de vida: es también un rechazo a este mundo. Dice Nietzsche (2015): “en este caso nos
vengamos de la vida imaginando con la fantasía «otra» vida distinta y «mejor» que ésta” (p. 27). La
esperanza en este caso cumple con la función de preservar la vida de los desdichados y a soportar sus
males, pero impidiendo que estos sean libres, esto los coloca en una situación de esclavitud, al servicio
de dios, a merced de la voluntad, de los que ofrecen dioses y trasmundos.
En efecto, Zeus quería que el hombre, por atormentado que estuviese por los otros males, no
se quitase la vida, sino que continuara dejándose atormentar siempre de nuevo. Para ello le da
al hombre la esperanza: ésta es en verdad el peor de los males, pues prolonga el tormento de
los hombres” (Nietzsche, 1996, p. 80).
Será constante encontrarnos con contradicciones cuando empezamos a ver la vida desde la
“propiedad” y no tenemos más remedio que definirla por medio de un conjunto de contradicciones
(García Morente, 2000). Es necesario, aceptar tanto, que la vida es un completo sin sentido desde todos
los ámbitos, pero solo al experimentar este absurdo es posible experimentar la existencia…
Las ciencias como respuesta
Como ya se ha descrito, el mundo está repleto de obstáculos para que las personas puedan
experimentar su existencia de forma propia, ya sea distrayéndolas (con placer) o dándoles un sentido
externo (esperanza), pero siguiendo la lógica del proceso de transición de la impropiedad a la
propiedad, se les está privando de experimentar la libertad existencial. Sería algo injusto de nuestra