relación a mí. Ahora, lo real es que en este caso, el valor del alumno, la conducta normal del alumno
es no retorcerle el pescuezo a su docente, no obstante lo mal que le pueda caer y cada uno de
nosotros debemos controlar nuestros impulsos porque hay veces que el policía que no te deja
parquear, el que te pone el cepo y que tenés que ir a pagar una multa, de verdad, te entran ganas de
poner una bomba pero no sólo sonora, sino bastante destructiva en la oficina en cuestión y lo controlas
porque te va a ir peor si la ponés. Entonces, ese hecho, esa necesidad de controlar impulsos se
transforma en un valor y cada persona va a tener más valor en la medida en que es capaz de controlar
mejor y más eficientemente impulsos que son antisociales.
Nosotros, dentro de nuestra definición de idiosincrasia, tenemos un modelo simbólico que
seguimos, un mito que nos engloba ese modelo simbólico, un símbolo de poder que queremos
alcanzar y un sistema de valores al cual nos adscribimos. Ese es el sentido de nosotros mismos y nos
definimos en virtud de esos cuatro elementos.
Esto nos permite el dominio de nosotros mismos, un dominio que nos posibilita situarnos ante
un conglomerado X, sea este el que fuera, nosotros podemos determinar un lugar en ese recinto. Estás
en el aula en tanto alumno, si sos docente, en tanto que docente, si sos director de la escuela, en tanto
que director de la escuela. Cada uno, en base a este proceso definitorio puede situarse en ese contexto.
Es decir, todo mundo conoce docentes que se les ha olvidado que ya se graduaron y siguen teniendo
actitudes de alumnos: pintan paredes, manchan afiches, dicen barbaridades que en un alumno pasa
pues, porque sos alumno, pero que en tanto que docente no está uno situado dentro de su realidad.
Si nosotros nos situamos en un contexto, podemos tomar decisiones sobre nosotros mismos.
Y esas decisiones si la situación o la ‘situada’ que hemos hecho en nuestra realidad es buena, es
adecuada, la decisión que nosotros tomamos es una decisión adecuada también. Si, qué sé yo, yo no
sé si va a haber cóctel cuando concluya la conferencia, si va a haber cóctel, te vas a situar en el cóctel
como asistente, estudiante o conferencista. Si sos estudiante, pasá de copas, no importa, te podés
pasar de copas. Pero imagínate que venga uno que sea conferencista y se pasa de copas, toma
decisiones inadecuadas con el contexto. Eso, al situarme en un determinado contexto, tomar
decisiones sobre mí mismo, puedo actuar ordenadamente y, sobre todo, la suma de los tres, posibilita
que Yo en lo personal pueda determinar proyectos para mí mismo.
Esos elementos que he señalado van a venir fundamentalmente determinados por la
consciencia que yo tengo de mi propia realidad como persona. Cada uno de nosotros se define de una
manera y actúa de acuerdo a la situación que esté, según la definición que se haya dado. Yo suelo
decir en clínica que el hombre invariablemente está en una situación, pero ese estar en una situación
no lo hace todo, está en una situación con una actitud. Esa dualidad situación-actitud es la que
determina en última instancia mi conducta. Pensar que sólo la situación es la que determina, no es un
hecho real. Pensar en que sólo la actitud es la que determina tampoco es un hecho real. Es la dialéctica
entre esos dos hechos, entre la situación y la actitud la que determina mi conducta, en última instancia.
Pero no hay solamente una identidad personal, también hay una identidad grupal. Esa
identidad grupal, que en este momento vamos llamar Segmento étnico de la Personalidad, proporciona
la seguridad a las personas de continuidad generacional. Es decir, cada uno de nosotros educará,
formará su propia familia e inculcará a sus propios hijos patrones de conducta que son personales. No
hace mucho en Guatemala se discutía sobre el código del niño y la queja de todo el mundo era: “Nadie